Las mujeres de Pedro de Valdivia: La esposa, doña Marina Ortiz de Gaete

Quienes piensen que en este pedazo perdido de tierra, en los confines del planeta, la gente se aburría porque estabamos dejados de la mano de Dios y la Corona, están un poco equivocados. O tal vez por eso es que de puro aburrimiento, se fueron tejiendo historias dignas de teleserie. Hay bastante paño que cortar y comenzaremos con nuestro ilustre conquistador don Pedro de Valdivia, pero más que él mismo, las mujeres que lo acompañaron en su vida. En primer lugar, quien ostenta el título y la honra de su nombre, su esposa ante Dios y los hombres, doña Marina Ortiz de Gaete.


Era doña Marina hija del hidalgo Francisco Ortiz y de doña Leonor Gutiérrez Gaete, una adolescente criada como una dama, que iba a misa con su esclava y se enamoró de este soldado alto, que le gustaba vestir de buenas galas, orgulloso de sus marcas de guerra y servicio al Rey. Aunque el hombre no tenía dinero, los padres de Marina no tuvieron inconveniente en el matrimonio y concedieron a su hija una dote de tres mil pesos en oro. El guerrero, aportaba el trabajo de sus brazos en la parcela de su familia y la pensión de soldado del Rey. Si bien la dote estaba por debajo de los deseos de Valdivia, ni una familia ni otra estuvo en desacuerdo. Valdivia quedó encantado con asentarse al lado de aquel ángel candoroso de 13 años y ella admiraba su estatura y pecho fuerte ganado en batalla, noble estampa, nariz prominente con intensos ojos azules. Ya por esos años, usaba el pelo recogido atrás y su característico bigote delgado con barba puntiaguda. Se casaron apenas ella comenzó a sangrar pero no en los 10 años de convivencia, no tuvieron hijos.

Evidentemente virgen a la hora de casarse, su inocencia fue una complicación para un hombre de casi 30 años. Viviendo en la casa de sus suegros, sin nadie a quien preguntarle y asustada por ese hombre de manos grandes en quien se convirtió su marido, se sentía muy sola. La ignorancia y el pudor cristiano, por su lado y la impaciencia e ignorancia de parte de Valdivia, amén de los años de diferencia, distanciaron la relación entre ambos.

Un buen día, mientras Valdivia volvía de sus labores agrícolas, apareció por su puerta un camarada de las guerras italianas, el capitán Jerónimo de Alderete, que andaba reclutando hombres para una nueva expedición de conquista, esta vez, Venezuela. Entusiasmado Valdivia por su antiguo amigo y por la fama y fortuna que se contaban acerca de Cortés y Pizarro, no lo dudó y tomando la dote de su mujer para costear el viaje, simplemente para dejar memoria y fama de mi, ganándolas por la guerra, como un soldado.

A Marina le tocó escuchar las mismas promesas que hacían todos quienes partían a la aventura. Que apenas llegase a puerto y se afianzara una posición, la mandaría llamar. Le dió un casto beso de despidida y cerró la puerta. No se volvieron a ver.

Durante los 17 años siguientes, Valdivia envió cartas contándole las distintas situaciones vividas y algo de dinero, que ella guardaba y se consolaba en la oración. No mencionaba que hacía vida maridable con la apasionada Inés Suárez, sino que daba excusas y renovaba su promesa de mandarla llamar apenas tuviera todo listo, pero no fue hasta la resolución del juicio en su contra que, en sentencia del 19 de Noviembre de 1548 se le obliga a mandar traer a su esposa de España y abandonar a su amante al punto que no converse deshonestamente con ella, ni viva en una casa, ni entre ni esté con ella en lugar sospechoso, de forma que cese toda sospecha de que entre carnal participación. Valdivia decidió casarla con uno de sus mejores hombres, pero, mientras esperaba a su esposa, se abrigó en los brazos de dos mujeres más, María de Encío y su sirvienta Juana Jiménez.


La solicitud de viaje para doña Marina y el dinero para los costes fueron enviados por Valdivia a través del hermano de esta, don Diego Nieto de Gaete y de Jerónimo de Alderete, pero demoraron tres años en conseguir la autorización del rey para que ella cruzace el océano, porque junto con llevarla, tenían el encargo de ir a la corte a pedir al Rey el título de márquez o conde, la cruz de la Orden de Santiago y la ampliación de su gobernación hasta el Estrecho de Magallanes.

Con el dinero enviado ella compró un sillón de plata, una cama de terciopelo de damasco azul y la madera dorada, seis sillas turcas de terciopelo azul y negro, plata labrada y una alfombra grande turquesca, además de tres mil pesos en joyas de oro, ya que venía a ocupar su sitio como la primera del reino.

Parte feliz y nerviosa al reencuentro después de 20 años de ausencia y adulterio, cargada de joyas y muebles y con toda la parentela que quiso acompañarla, en el año 1554. Una vez a este lado del Atlántico, en Panamá, recibe la noticia de la muerte de Valdivia quien muere en manos de los mapuche. Se lo comieron vivo, a bocados, durante tres días hasta que expiró. Gaspar de Orense, el portador de las novedades, cargaba también con la solicitud de nombramiento de Francisco de Villagra como Gobernador de Chile y la notificación de que Pedro de Valdivia dejaba grandes deudas.

Cuando llegó a la Ciudad de los Reyes (Lima), el Virrey Hurtado de Mendoza, intenta por todos los medios que no llegue a Chile y le ofrece compensaciones par que se quede allí, pero ella continúa su viaje. En 1555 arribó a puerto chileno, oficiales chilenos embargaron todos los bienes traídos por ella, incluidas las joyas, para pagar las obligaciones de su marido y se entera que todo lo que poseía Valdivia, estaba ahora en manos del nuevo gobernador García Hurtado de Mendoza hijo del Virrey. Comenzó los trámites de restitución de bienes directamente al Rey pero no consiguió respuesta hasta 1589, con fallo a su favor, pero la apelación quedó en la Real Audiencia de Lima.


La única propiedad y encomienda de indios que se le permitió mantener para su sustento, quedaba en Tucapel, lugar al sur de Chile, en medio de la Guerra de Arauco, por lo que no tenía acceso a ella y sus indios estaban en rebelión, por lo que escribe al Rey para conseguir una pensión vitalicia con la que mantenerse, a diez años de haber llegado.

El Gobernador mi señor conquistó este reino de Chile y pobló siete ciudades a su costa, y después de haberle sustentado quince años le mataron los indios; y por cédula y mandato de Su Majestad sucedí yo en sus rapartimientos. Pero fue Nuestro Señor servido por nuestros pecados, y la provincia de Tucapel se reveló y alteró, en la conquista de la cual perdí cinco sobrinos que tenía por hijos. Y visto lo mucho que esta tierra me cuesta, y yo ser mujer y no tener sucesor, querría V.M. reciba cuatro o cinco mil indios los mejores de esta tierra V.M. los tome en su cabeza y a cambio haga merced de darme de vuestra hacienda real una congrua sustentación en España, provincia del Pirú o ésta, conforme a la calidad de mi persona, casa y la encomienda que dejo, para que yo me sustente en estos pocos días que me quedan, pues que tan caro me han costado, y mis años ser de cincuenta y cinco arriba, los quisiera acabar con menos zozobra y cuidado que sustentando indios.

Casi diez años después, en 1578, recibe la respuesta indicando que en España no hay disposición para darle la recompensa que pide, y que se le dé cédula para que el gobernador de Chile otorgue a doña Marina Ortiz de Gaete competente recompensa a contento de ella, en lo más pacífico de aquella tierra vaco o que vacare. Y dada, reparta los indios de Arauco y los demás que tiene doña Marina que fueren de su marido entre las personas que más hubieren servido para que los tengan y mantengan, conforme a las ordenanzas.

Instalada en su casa en la cañada de San Francisco, entre las calles San Antonio y la de las Claras (hoy Mac Iver); en ella recibe ocasionalmente visitas, entre las cuales, la misma Inés Suárez, amante de su marido. Vive encerrada y en soledad, consolada como siempre en su oraciones y cosiendo casullas sacerdotales, como devota mujer que es. Constantemente se le ve rezar frente a la imagen de la Virgen del Socorro que está en templo de los franciscanos. La misma imagen traída por Valdivia y que seguramente sacó de la casa de ambos en Extremadura.



Murió en Santiago, en 1592 a la edad de 83 años. Dona los terrenos a los mismos franciscanos y donde levantan el Convento de San Francisco y la Capilla de la Soledad. Son ellos quienes custodian sus restos al interior de la iglesia.


Fuentes:
- La mujer en el Reyno de Chile. Sor Imelda Cano Roldán
- Mujeres de Chile. Carlos Valenzuela Solis de Ovado
- Inés del alma mía. Isabel Allende
- historiadechilenos.blogspot.cl 

1 comentario:

  1. Que parentesco tendría doña Marina Ortiz de Gaete con doña Casilda Ortiz de Gaete , me interesa el tema. Doña Casilda Ortiz de Gaete casada con don Agustín Urzúa Aranda, quien era hijo de don Agustín Ruiz de Urzúa quien peleó en Arauco. Doña Casilda Ortiz de Gaete se avecindó en Ranguil (Lolol) Colchagua.Nació en 1973 a falleció en 1739.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...