El extraño caso de la Virgen Voladora

La Estampa Volada

En Santiago de la Nueva Extremadura, las tardes de Octubre eran de primavera y lo sigue siendo hasta hoy. Es decir, mayormente soleadas pero con abundante viento. De hecho, es la estación en que los cielos se llenan de volantines porque las corrientes aéreas fluyen más intensas que en verano.

Pero el día 13 de Octubre de 1786, según testigos presenciales, no hubo viento. Y en la Plaza Mayor (la misma que al inicio de la vida republicana pasó a llamarse Plaza de Armas) en las graderías de la Catedral que ya había comenzado su reconstrucción por parte de Joaquín Toesca, frente al portal  de Sierra Bella que albergaba a las tiendas de comerciantes y el rincón de las ojotas, el señor Fermín Fabres vendía estampas de distintos santos, entre ellas, una de la Virgen.

Otro señor pasó por ahí y quiso comprar la imagen, pero, al momento de pasar de una mano a otra, la Virgen decidió volar por los aires. Suspendida en el cielo, la gente comenzó a reunirse para ver el milagro. Algunos se golpeaban el pecho, otros rezaban con un fervor solo conocido en los años coloniales y los más escépticos, dijeron que era una tromba de viento que mantenía a la imagen en suspensión, pero debieron callarse por respeto el fervor popular.


El Vendedor de Estampas, dibujo de Rugendas 1830

De pronto, la estampa (o la Virgen) decidió irse de la Plaza y comenzó su vuelo hacia el norte, pasó por el puente de Cal y Canto llegando al barrio de La Chimba. Allí se posó en un durazno, en el mismo sitio donde una abnegada, pobre pero buena madre, enseñaba catequismo a sus hijos.

Don José Pérez García, testigo vivencial de los hechos, lo narra de la siguiente forma:

El 13 de Octubre de 1786, a las once i media de la mañana, sin que corriese ningún viento, un suceso digno de admiración lleno de jente la plaza de la ciudad de Santiago. Estaba en ella un mercachifle vendiendo una estampa de tres cuartas de largo i dos de ancho, en la cual, entre otras imajenes que contenía, llamaba la atención la de la Snatísima Virjen María. Sin saberse cómo se le soltó de las manos y se suspendió en el aire, i, aunque a poca altura, no pideron los concurrentes echarle mano ni bajarla aunque le tiraban los ponchos. con mucha calma llegó al medio de la plaza, un poco elevada sobre una alta pila de tierra que allí había (los escombros de la casa de cabildo entonces en construcción), a la que subieron muchos creyendo alcanzarla allí. La estampa, ya de un lado, ya de otro, burlaba la dilijencia. Después de mucho rato, se subió algún tanto más, de manera que los espectadores perdieron esperanza de alcanzarla. Al fin, se fue sbiendo perpendicularmente, i se situó fija i a tanta altura, que solo se distinguia como un pajarillo con las alas abiertas, atenuándose la vista por mirarla. La ví permanecer así por más de un cuarto dem hora, al cabo del cual fue inclinando su dirección al norte. Las numerosas personas que estaban atentas al espectáculo,se movían hácia el rumbo que parecía llevar la estampa. Al cabo descendió con regular velocidad i curso vertical a tomar lugar en la cañadilla de la Chimba, en un sitio que se demarcó con una cruz, a distancia de doce cuadras de la plaza.

La imagen cayó en un árbol de la chacra de don Manuel Joaquín Valdivieso y, tal como lo señala don José Pérez García, el sitio se marcó con una cruz y se transformó en lugar de procesión. El obispo Alday, ya anciano, declaró que concedería cuarenta días de indulgencias a todos aquellos que fueran a rezarle a la imagen. Es decir, cuarenta días de perdón "temporal" por faltas cometidas, dependiendo del pecado, claro está.

La arrendataria del terreno hizo poner un palo al lado del durazno y un cartel que contaba la historia de la estampa para que estuviera visible a todo público. 

La gente enloqueció con el "milagro". Concurrían en masa a rezarle al palo y al durazno, le dajaban velas encendidas por las noches, intentaron llevárselo así que hubo de poner vigilancia al sector. Con tantas ramitas y hojas que le sacaron al pobre árbol (para hacer injertos, pociones, unguentos o simplemente para terminar con maleficios, mal de ojos y enfermedades varias) que quedó a mal traer.

Los frutos del árbol pasaron a llamarse "duraznos de la estampa" y solo comían de ellos los canónigos importantes como los priores de monasterios y conventos, y, aún así, nada más que en ocasiones especiales. Incluso hubo tráfico de duraznos y falsificaciones ya que la gente estaba empeñada a pagar lo que fuera con tal de comer los sagrados frutos.

Hasta el mismo Secretario de Gobierno, don Judas Tadeo Reyes declaró que era "prodijio sobrenatural". Con el tiempo, se erigió una iglesia en ese lugar y que, hasta el día de hoy, se llama Iglesia de la Estampa Volada. Pero la edificación de la iglesia tiene también su historia.

Recordemos que la imagen llegó hasta La Chimba en la primavera de 1786. Durante todo ese tiempo fue un lugar de procesión y encuentro de los fieles.

Puente de Cal y Canto, lugar por donde pasó la Estampa Volada

Años después, en noviembre de 1798, el ilustrísimo señor don Francisco de Borra José Marán, obispo de la Concepción de Chile, salió de la ciudad de Concepción a hacer una visita episcopal a Valdivia junto a una gran comitiva compuesta por frailes, clérigos, arrieros, un par de dragones de la frontera para custodiarlo y el cacique amigo Francisco Huentelemu. No olvidemos que para ir de Concepción a Valdivia se debía pasar la frontera de Chile y transitar por terreno mapuche.

Llevaban mercadería, ganado y dinero para comerciar en la fortaleza. En un descanso del camino, cuando ya se encontraban en medio de terreno indígena, fueron atacados por más de mil indios que habían sido avisados por Huentelemu de la travesía. Los indios se entretuvieron en el saqueo y pelea y en medio de la trifulca, el obispo logró escabullirse junto con otro sacerdote y partió hasta Tirúa, al sur de la provincia de Concepción. Desde allí intentaron seguir hasta Valdivia, pero fueron avisados desde La Imperial que los mapuches estaban alzadoso y tenían cercados todos los caminos.

Con muy mal ojo, se internaron en un bosque y quedaron rodeados de enemigos. Varios días pasaron y llegaron tribus de indios llamados "abajinos" que eran los que vivían más a la costa y con quienes tenían mejores relaciones, incluso alianzas con los españoles y chilenos. Los mapuches que estaban alzados eran los "llanistas" que vivían hacia el interior de la región.

Pues con la llegada de los abajinos la situación mejoró pero solo un poco. Los llanistas se negaron a entregar, más bien, dejar de sitiar en el bosque, a los sobrevivientes así que los abajinos idearon un plan para lograr rescatar al obispo y su séquito.

En el antiguo Butalmapu (territorio indígena sin administración española-chilena) se jugaban partidos de chueca entre tribus vecinas y rivales. La chueca o palin es el juego ancestral de los mapuche y tenía una importancia vital en el ámbito social, como preámbulo a consejos políticos, como instrucción para los más jóvenes y preparación para los guerreros. Generalmente iba precedido de rituales y cantos, pero en este caso, se usó como herramienta para dirimir el futuro de los sobrevivientes de la comitiva española.

Una partida de chueca puede durar varios días porque el equipo gana cuando es capaz de marcar cuatro puntos seguidos. Es un deporte de contacto, en los que ambos equipos se deben enfrentar posición por posición y debido a las múltiples lesiones, ya fueran por el deporte mismo o las peleas a causa de las apuestas a orilla de cancha, había sido prohibido en territorio chileno, pese a que se siguió jugando de manera clandestina en la capital del reino. Pero para el caso de Marán, estaban en medio del territorio no español y eran sus reglas, así que sacó su rosario y se puso a rezar para que los abajinos ganaran el juego.

Juego de la chueca o palin, forma en la que decidió la vida del Obispo Marán

Los llanistas ganaron la primera partida, pero los abajinos ganaron la segunda y el desempate con lo que Marán y lo que quedaba de su comitiva, pudieron volver a Concepción en diciembre de ese mismo año.

El obispo había solicitado la protección de la Virgen del Carmen para salvar su vida y pagó. En 1803, donó a la Catedral de Santiago la suma de ocho mil pesos (una pequeña fortuna) para que se dijera anualmente un novenario a la Virgen. 

En sus tiempos de Obispo de Santiago, conoció la historia de la Estampa Volada y las procesiones diarias de que era objeto. Visitó el lugar y viendo que estaba al otro lado del río, en las afueras de la ciudad, decidió erigir un templo para la Virgen del Carmen, de la cual era devoto y se sentía en deuda.

Se estima que la construcción del templo comenzó en 1805 siendo Juan José de Goicolea, el famoso discípulo de Toesca, el encargado de las obras. Para 1808 fue consagrada la Iglesia de la Estampa Voladora de la Virgen del Carmen, pese a que en la estampa famosa, se veía la imagen de varios santos y entre ellos, una de la virgen.

El templo guarda una relación directa con el pueblo de Chile, tanto por su origen, como por su presencia en el proceso independentista. En su torre se encuentra la campana que fue tañada anunciando la llegada del Ejército Libertador al momento de ingresar las tropas por el camino del Inca (hoy Independencia) luego del triunfo en la Batalla de Chacabuco, llenando de alegría a la ciudad en momentos que los patriotas se encontraban en vilo esperando noticias.

Inscripción que se encuentra dentro de la Iglesia recordando su origen

La iglesia y su devoción han sido resistentes al tiempo y sus vicisitudes. Apenas unos años después de terminada (1814), en el año 1822 ocurrió un gran terremoto en Chile y la templo sufrió tan grandes daños, que se tuvo que reconstruir completa. La venerada estampa también se perdió en el suceso. Y no ha sido la única vez que la tierra se ha sacudido con fuerza suficiente para derrumbar sus cimientos, pero la iglesia vuelve a levantarse.

Además, para quienes piensan que el vandalismo contra la institucionalidad de la iglesia es algo propio de nuestro tiempo, no es así, ya que en dos ocasiones la iglesia ha sufrido el ataque de quienes no están de acuerdo con los preceptos eclesiásticos.

El 29 de Junio de 1888 la imagen de la Virgen fue robada y lanzada a una acequia que corría por la cañadilla. Pero la corriente no se la llevó y la imagen fue recuperada.

El 8 de septiembre de 1913, un paquete de dinamita explotó en el nicho que guarda la imagen, pero todo el contorno fue destruido, menos la Virgen. Algunos dirán milagro nuevamente, otros dirán error humano, el hecho concreto es que hasta hoy se sigue venerando la imagen el templo famoso por su origen y que radica en la devoción de un pueblo.


Imagen actual de la Iglesia de la Estampa Volada del Carmen




Fuentes:
- Historia General de Chile, Diego Barros Arana
- Historia de Chile, José Pérez García
- Historia Crítica y Social de Santiago, Benjamín Vicuña Mackenna
- http://chile-iglesias-catolicas.blogspot.com

1 comentario:

  1. Muy buen relato y un importante aporte al conocimiento histórico y cultural de nuestros orígenes.Ahora, visitar el templo de la Virgen Volada tendrá otro significado.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...