Lord John Byron, Vicealmirante de la Marina Real Británica. |
Muchos habrán oído, aun cuando no sepan sobre sus poemas, del poeta inglés Lord Byron, famoso por sus escándalos en la época de la regencia inglesa y que puso tan de moda la actitud indolente, de eterno aburrimiento y el pelo ondulado desordenado, característico de ese tiempo. Hay crónicas que señalan que, los jóvenes de esos años, se hacían los rulos con tenazas calientes para imitar al poeta exiliado.
Pero no es de él de quien quiero hablar, sino de su abuelo, Lord John Byron, conocido también como Foul-Weather Jack, por su mala suerte con el clima. Un avezado marino inglés que ingresó a la Royal Navy a la edad de 8 años y terminó siendo Vicealmirante al final de su carrera, a los 63 años.
Este personaje, nacido en 1723, por esas cosas de la vida, pasó 4 años en nuestro territorio producto de un naufragio. Una vez repatriado, escribió las crónicas de esta aventura donde detalla el motin, las penurias, encuentro con indígenas en nuestras costas y posterior vida en la ciudad capital de este Reyno, Chile. Valga decir que en Inglaterra, se acostrumbraba publicar las notas de viaje y, si además, tenían aventuras contadas en primera persona, estos se vendían muy bien, como en el caso de este libro.
En esos tiempos, España ya no era la gran potencia mundial de los siglos anteriores, pero mantenía su sitio en el concierto mundial con las cantidades ingentes de oro y especies enviadas desde las Américas. Inglaterra, por su parte, necesitaba urgentemente expandir sus rutas comerciales debido al aumento de sus productos y porque el poder siembre da hambre. Es así como en nuestras costas, por esos años, tenemos las incursiones de piratas holandeses y obviamente, ingleses.
Pues bien, la Corona Inglesa comisionó a Lord George Anson a hacer un viaje alrededor del mundo, con el fin de conseguir territorios para establecer nuevas rutas comerciales para sus productos. Específicamente, el fuerte de Valdivia. Si no le iba bien con eso, debía saquear algunas costas o capturar algún barquito español con oro o lo que pudiera, pero debía llegar con algo. Si no conseguia nada para si, que al menos le hiciera daño al enemigo.
Partió Lord Anson con 5 buques de guerra, Centurion, Gloucester, Severn, Pearl y Wager (donde iba Byron como guardiamarida, 17 años), 1 barco de apoyo, el Tryal y dos cargueros, Anna e Industry, que regresaron a Inglaterra una vez entregaron las provisiones en medio del Atlántico. En total irían alrededor de 230 cañones y 1800 tripulantes, de los cuales 400 eran soldados de marina.
Por su parte, España, envió para detener esta invasión inglesa a sus costas, al almirante Pizarro con una escuadra compuesta por 4 navíos y una fragata con un total de 280 cañones y 3.000 tripulantes, bien equipados y dispuestos.
Se cruzaron en el Atlántico viajando hacia el sur y comenzaron escaramuzas menores. La idea era cruzar Cabo de Hornos y llegar a los puertos del pacífico, pero, a raíz del clima, las enfermedades y el hambre naufragaron las naves. Cuentan las crónicas que de los navíos españoles, solo regresó el Asia, el resto quedaron en los mares del Cabo de Hornos o en las cosas de Brasil y Río de la Plata donde habían recalado para pedir auxilio. Hubo uno que llegó a la costa solo con 60 hombres.
En cuanto a la escuadra inglesa, no le fue mejor. Al acercarse al Cabo de Hornos tuvieron muchas dificultades y el Savern y el Pearl no pudieron pasarlo devolviéndose a las costas de Brasil. El Centurion y el Wager pasaron, pero este último naufragó el 14 de Mayo de 1741 en la parte norte de las islas de Guayanaco, al sur de Golfo de Penas, región de Aysén. Días después, el mismo Lord Anson pasaría calamidades por un temporal que le despedazó las velas y lo tumbó a babor en las costas de Chiloé. Luego, Anson lograría recalar en Juan Fernández donde se rearmó, es decir, esperó que llegaran los que pudieran, el Gloucester, el Tryal y el Anna. De los sobrevivientes, no alcanzan a 400 en total, pero aun así se las arreglaron para asolar las costas desde Chile a México robando todo lo que pudieron. Lista la misión, juntó a toda su tripulación en el Centurion y partió rumbo a Asia tras el galeón español de Manila, buque encargado de hacer comercio entre las Américas y China. Logró capturar al galeón Nuestra Señora de la Covadonga en 1743 y bordeó el Cabo de Buena Esperanza en Junio de 1744 rumbo a Ingleterra. Con las ganancias de este viaje, vivió en la riqueza hasta el resto de sus días. Y siguió navegando, pero esa es otra historia.
Nuestro protagonista, mientras tanto, estaba en Chile. La fragata Wager, naufragó en el archipiélago de Guayanaco, Mares del Sur, como se le conocía entonces. Estaba tripulado por hombres cansados de largos viajes y un escaso destacamento de enfermos del hospital de Chelsea. En medio de la travesía y, antes de que comenzaran los problemas, ya habían padecido la muerte de varios tripulantes, entre ellos, el capitán. Le sucedió el capitán Cheap, tipo engreído y egoísta, que no le interesaba la suerte de sus hombres.
Luego de sufrir los rigores del clima, el rompimiento del barco al encallar fuertemente en la costa, llegaron a una isla fría, lluviosa y oscura. Desde el principio comenzaron las bajas por hambre o frío. Buscando provisiones que quedaran en los restos del barco, encontraron un saco con galletas molidas, cazaron una gaviota y le pusieron algunos hierbajos que encontraron en un bosque cercano. Nada más tomar la sopa resultante, comenzaron los dolores y vómitos. Las galletas estaban guardadas en un saco que anteriormente, había guardado tabaco y no había sido completamente vaciado. Con el movimiento del mar, se mezclaron las galletas con el tabaco y al cocinarlo, les provocó una severa intoxicación. De una tripulación de 160 hombres, ya iban por los 140.
De las dificultades en las costas del sur de Chile, hablaremos en una próxima oportunidad.
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