En un principio, durante los años de Conquista, la educación en nuestro país estaba a cargo de las distintas órdenes religiosas que llegaron de España puesto que fue utilizada como medio de evangelización y sometimiento de los indígenas.
Con los siglos la situación fue cambiando un poco y se amplió el círculo de estudiantes incorporando los hijos varones de los nacidos en Chile, ya fueran hijos de familias ilustres, pobres o indios. Quienes tenían prohíbido asistir a las escuelas, eran los negros, mulatos y zambos, en el fondo, cualquiera que tuviera en su sangre rasgos de haber sido o ser esclavo.
Recordemos que nuestra sociedad, en el siglo XVIII y XIX era marcadamente clasista, siendo el color de piel el gran elemento discriminador. Aunque la estratificación social dependiera de múltiples factores, uno muy importante era parecer español y mientras menos rasgos o colores negros o indígenas mostrara la piel, mejor "calidad" de persona era. Esta calidad determinaba los beneficios que podía tener la persona, condiciones laborales, alianzas matrimoniales, trato judicial, etc. Y la educación no escapa a estas situaciones.
Los alumnos eran divididos de acuerdo a su categoría social |
La educación de las masas no era una gran preocupación para la Corona, que consideraba esto como una actividad caritativa, por lo que las órdenes religiosas se hacían cargo. De todas formas, surgen también las escuelas laicas de primeras letras, dependientes de los cabildos. En ambas se enseñaban los mismos contenidos, pero las segundas eran gratuitas ya que estaban dirigidas a los más pobres. Con el tiempo, familias acomodadas enviaban a sus hijos a las escuelas laicas gratuitas siendo estas más concurridas que las de los conventos.
Cada cabildo tenía un fondo para el mantenimiento de la escuela y el pago del profesor. En caso de ser una ciudad pequeña, el pago se hacía a través de cuotas que se les pedían a locatarios para este fin. Por ejemplo, en Rancagua, el pago del profesor se hacía a través de la recaudación de dos canchas de bolas y medio real que pagaban los dos carniceros de la ciudad.
Cabe destacar que las condiciones eran precarias en las escuelas. Y el pago a los profesores el mínimo para vestir y vivir con decencia. Junto con hacerse cargo de impartir los conocimientos, eran los maestros quienes incurrían en gastos de mantenimiento de las salas de clases y el equipamientos de los alumnos. Hubo un juicio, en el que el profesor demostró haber ayudado a sus alumnos (incluso a aquellos que tenían dinero) con cartillas y catones(1) para las clases. El cabildo tuvo que pagarle todos esos gastos al profesor que había desembolsado de su bajísimo sueldo. Además, los maestros tenían prohibido recibir cualquier pago o regalo por parte de los alumnos o los padres de estos.
Cartillas y catones, materiales de estudio |
No cualquiera podía ser profesor. Obviamente, todos los religiosos podían enseñar, pero en el caso de los laicos, estos debían tener el Título de Maestro que era entregado por el Capitán General del reino. El postulante debía estar patrocinado por el Cabildo y entregar información sobre su vida y costumbras, además de documentos que certificaran la calidad (nivel de mestizaje) y su limpieza de sangre, es decir, no ser hijo de uniones ilegítimas, además de sus cualidades cristianas, para eso, se presentaba un certificado del Santo Oficio. Incluso debía demostrar no haber nunca ejercido oficio servil que eran las tareas propias de las castas más bajas (indios, negros, mulatos y zambos). Si podría demostrar su virtud a través de testigos, mucho mejor.
Depende de quien eres, es donde te sientas
Las clases se dividían en cuatro categorías:
- Mínimos: los alumnos aprendían a leer, escribir y rezar. Rudimentos básicos
- Menores: reforzar lo aprendido en el primer nivel.
- Mayores: los estudiantes aprendían gramática, aritmética y el catecismo, además de escribir al dictado para fortalecer la ortografía.
- Latininidad: los estudios de latín era parte de los niveles superiores y solo quienes estaban interesados en ir a la Universidad, ingresaban a ellos. Muchos de los textos universitarios estaban en latín. Había muy pocas escuelas de latinidad en Chile, generalmente, los profesores hacían clases particulares para preparar a los alumnos.
La clase estaba dividida según la categoría social de los alumnos. El maestro en la testera, a su costado y bajo el docel, el Emperador y los capitanes, y luego los hijos de familias ilustres en las primeras dos partes más cercanas al profesor, esta era la Primera.
Luego de esto, al final de las salas, se ubicaban los alumnos más pobres, también en orden de precedencia de acuerdo a su categoría social sentados en la segunda. Para graficar esto, José Zapiola, estudiante de esos años, nos cuenta que un día, según nuestros recuerdos, habíamos hecho cierta travesura, nos dirigió fray Antonio estas palabras "Z... pase Ud. a la segunda! Al recibirnos en la escuela, el maestro nos había colocado en la primera, a causa, sin duda, de vernos con medias y decentemente vestidos; pero es probable que algún soplón pusiera en su noticia que el tal Z... no pertenecía al orden ecuestre(2) y que debía ir a la segunda, al lado de los suyos."
Tinteros de loza |
Los alumnos de la primera recibían el tratamiento de Don antes de sus respectivos nombres y sus padres debían pagar mensualmente, cuatro reales por la educación de sus hijos; en cambio, los de segunda, no recibían tratamiento alguno y su educación era gratuita. Todos debían llamarse de usted, no se permitía el uso del tú o vos aun entre pares. El uso de sobrenombres se castigaba severamente.
Estaba absolutamente prohibida la asistencia a clases de negros o zambos. Hubo un caso de suspensión por un año del profesor como castigo de haber tenido a un negrito entre sus alumnos.
Cargos especiales
El profesor era el responsable de los alumnos y estaba pendiente de ellos tanto dentro como fuera del aula. Para ayudarlo en su trabajo e incentivar los buenos comportamientos entre los alumnos, escogía a algunos como asistentes, que tenían los siguientes nombres y funciones:
- El Emperador: este era el principal de los cargos escolares. Reemplazaba al maestro en sus ausencias, castigaba a los delincuentes, enseñaba las lecciones a los atrasados. Se elegía por votación directa de los mismos alumnos
- Capitanes: eran dos alumnos que se ocupaban de que cada cual ocupara su puesto respectivo y debían pasar la lista. Además, entregaban los materiales a los compañeros.
- Pasantes: Estos debían ayudar al profesor a tomar las lecciones cuando los cursos eran muy grandes.
- Libreros: eran quienes debían guardar el material y tenerlo listo para la clase siguiente. Además, debían tener un inventario de los útiles necesarios y avisar cuando fuera necesario hacer reposiciones. Debían también procurar el buen estado de las plumas.
- Escoleros: Eran los encargados del aseo. Siempre recaía en los alumnos más pobres o de la segunda clase. Debían barrer la sala y procurar que los tinteros estuvieran llenos y listos para usarse en clase. Generalmente, se daba como castigo por alguna falta y si el aseo estaba bien hecho, el alumno se ganaba un parco.
- Sacristán: Debía cuidar y arreglar el altar de la escuela. Era un puesto muy codiciado ya que se obtenían beneficios, entre ellos, un parco mayor y los recortes de las hostias.
- Veedores: encargados de la conducta y buenas costumbres tanto dentro de la escuela como fuera de ella.
- Bedel: era el encargado de vigilar el estudio y las planas, además, estaba a cargo del puntero que debía limpiar y cuidar para entregarselo al profesor cuando fuera necesario.
- Cruciferano: Ya fuera colegio laico o católico, los alumnos asistían a misa y a los remates; debían salir en fila detrás de la cruz que era llevada por este alumno.
- Porteros: Debían revisar las manos y cara de los alumnos al entrar a cada clase, que no llevaran barajas, trompos, tabaco, etc. y requisar lo que encontraran. Cabe señalar que eran fácilmente sobornables con los mismos artículos que debían evitar.
Horarios y días de clases
El horario de clases era desde las 8 a las 11 de la mañana y en las tardes de 2 a 5, pero se cambiaban los horarios de acuerdo a la estación, lo importante es que tuvieran de 2,5 a 3 horas en la mañana y el mismo tiempo en la tarde. Los días sábados, desde las 12 horas, tenían libre. Los domingos, evidentemente, no se estudiaba por ser día del Señor. Era importante que los profesores cumplieran con estos horarios, más allá de enseñar puntualidad con el ejemplo, era por la poca paciencia de los alumnos. Según cuenta Vicente Pérez Rosales en sus Recuerdos del Pasado, concurríamos temprano a las escuelas, y por poco que tardase en abrir el profesor, nos llamábamos a huelga, y sin más esperar, nos marchábamos al río a provocar a los chimberos(3) para decidir quién se quedaría dueño aquel día del puente de palo. En él y debajo de él, porque el río iba casi siempre seco, nos zamarreábamos a punta de pedradas y puñetes hasta la hora de regresar a nuestras casas, lleno el cuerpo de moretones y la cabeza de disculpas, para eviat las consecuencias del enojo paterno, aunque siempre en vano, porque el palo del plumero nunca dejaba de quitarnos de las costillas el poco polvo que nos habían dejado en ellas los mojicones.
Respecto de los feriados, una crónica señala que, para el año 1803, se contaban cerca de 138 feriados (contados los domingos), algo así como un día de fiesta por dos hábiles. Si el feriado era católico, habría misa y procesión y si era feriado laico, se hacían desfiles e iluminaciones. Los comercios también cerraban en estas fechas.
Organización del aula
Adicional a la división de primera y segunda clase, el grupo era divido en dos bandas, Roma y Cártago que debían competir entre si. Y a tanto llegaba esta competencia, que casi diariamente, en las calles San Antonio entre Monjitas y Santo Domingo, se hacían guerras de piedras entre las distintas bandas.
Los días miércoles o sábados tenían lugar los remates, que eran certámenes orales entre las bandas de acuerdo a las lecciones recibidas esa semana. Podían ser públicos o privados. Generalmente, los sábados se hacían en lugares públicos como la Plaza de Armas, el atrio de la Iglesia, el mercado, etc. con el fin de edificar al pueblo i a los muchachos vagabundos y hacerlos comprender las verguenzas de la ignorancias i extimularlos al estudio, según el doctor Rodríguez, Director General de Escuelas en 1805.
Los remates privados, un alumno de cada banda, en medio de la sala, se hacían preguntas sobre los contenidos tratados. Uno preguntaba y el otro contestaba, pero si demoraba en la respuesta o erraba, era castigado por el otro con el guante. Si la pregunta estaba mal hecha o quien preguntaba no sabía la respuesta, el maestro los corregía a ambos.
En los remates públicos, no se utilizaba el guante y se medía el éxito por los aplausos o pifias del público para las respuestas buenas o malas. Quien ganaba, tenía derecho a llevar el Vítor, una insignia que lo destacaba, en cambio, el que perdía, debía ponerse la Cola hasta la hora de volver a su casa.
La letra, con sangre entra
Los castigos eran variados y de distintos niveles, de acuerdo a la gravedad de la falta. Los más comunes eran:
- La palmeta: tablilla redondeada, con mango y de una pieza llena de agujeros. El número de golpes dados dependía de la falta y se aplicaban en las palmas de las manos.
- El guante: eran fibras de cáñamo retorcidas que se utilizaban igual que la palmeta.
- El chicote: correa larga y nudosa con la que se latigaba a los alumnos.
La letra con sangre entra, cuadro de Goya |
Además de estos, era usual utilizar como castigo el encierro, la postura de rodillas con ladrillos en las manos abiertas en cruz,los coscorrones, tirones de oreja y patillas, etc.
Una mala lección, falta de respeto o llegar tarde, eran causales de azotes (seis, ocho o quince azotes). La palmeta o el guante eran para faltas más graves pero podían cambiarse por azotes. Pero no se podía cambiar el guante durante los remates.
Palmeta de castigo |
También estaban los premios por buenas conductas o metas logradas. Estos eran los parcos, cartones calados o dibujados que servían para rebajar la pena de algún castigo. Se otorgaban como estimulantes de buenas conductas, buenos servicios o lecciones bien aprendidas. Había un comercio clandestino de parcos en los establecimientos ya que, al momento del castigo, se podían presentar al profesor e intercambiar la pena por un número de estos. Hubo escuelas que, producto del mercado negro de parcos, comenzaron a hacerlos nominales. De todos modos, habían sentencias tan graves, que no había número de parcos suficientes para lograr rebajarla.
Mujeres, un adorno en el salón
Para terminar, debo decir que solo los niños iban a clases, las escuelas de mujeres no existían en esta época. José Miguel Carrera, en el año 1812 dispuso que los monasterios tuvieran escuelas para hombres y mujeres, seguramente influenciado por su hermana Javiera. La educación de las niñas se hacía en el hogar y algunas horas en los conventos, donde aprendían a leer y escribir rudimentariamente, economía doméstica, algo de música y religión. Según el pensamiento de esos años, una mujer no necesitaba nada más para su vida ya que estas virtudes realzaban su natural belleza.
(1) Cuadernillos con los contenidos que se impartían en las clases.
(2) Referencia a las familias adineradas que poseían caballos.
(3) Grupo de niños que vivían en La Chimba, rivera norte del río Mapocho. Los niños se agrupaban en Santiaguinos y Chimberos y hacían guerras entre ellos.
Fuentes:
- Escuelas Públicas de Chile a fines de al era colonial. José Manuel Frontaura, 1892
- Recuerdos del pasado, Vicente Pérez Rosales, 1875
- Recuerdos de treinta años, José Zapiola, 1882
La mayor parte de los cursos de matemáticas se enseñan siguiendo un orden específico, un orden que no debe ser alterado, porque cada tema se basa, por lo general, en los temas anteriores. Si tiene problemas con un tema, manténgase estudiando dicho tema hasta que lo entienda y pueda resolver problemas exitosamente. recursos de ayuda
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