En la entrada anterior, dejamos a nuestro protagonista, con 17 años, víctima de un naufragio en las costas de los Mares del Sur, cerca del Golfo de Penas.
De una tripulación de 180 hombres, habrían de llegar solo 4 a la capital del Reino de Chile, en una travesía que demoró más de 10 meses solo hasta Chiloé, luego de eso, debieron viajar hasta Valparaíso y luego a Santiago. Revisemos.
El día 14 de Mayo de 1741, encallaron en la costa de alguna isla del Archipiélago de Guayaneco, con mar embravecido constantemente producto de las numeros tormentas que lo asolan todo el año.
Levantando precarios refugios con los restos de la nave que pudieron rescatar, los 180 hombres se prepararon como pudieron, no esperaban rescate de ninguna parte, así que el objetivo era salir de ahí.
Entre los cadavéres que flotaban en el agua, congelado y sin mayores esperanzas de encontrar comida, nuestro protagonista es comandado por el capitán para rebuscar en los restos del naufragio, lo que se pudiera rescatar de las provisiones o artículos que sirvieran para la expedición. El capitán Cheap quería llegar hasta Valdivia o Chiloé.
Es en este tiempo cuando tiene contacto por primera vez con algunos indígenas originarios de estas latitudes. Los chonos. Eran estos un pueblo nómade de las costas del sur de Chile. Se supone que llegaron a este país alrededor de 5.000 A.C.. En estricto rigor, eran tribus que viajaban en grupos en los distintos archipiélagos del sur y al conjunto, se le dio el nombre genérico de Chonos. Cada grupo iba comandado por un cacique, que era el jefe de familia. Las mujeres estaban en una categoría inferior, dedicandose a la crianza de los hijos, mariscar y labores domésticas. El mayor adelanto tecnológico de los Chonos, eran sus canoas de madera de alerce, que les permitía una navegación rápida por los distintos lugares de las islas, además de transportarlas desarmadas cuando debían hacer el trayecto por tierra. En su calidad de nómades, también viajaban con sus casas a cuestas, que no eran más que estructuras de madera, que levantaban cuando la necesitaban y cubrían con pieles de lobos marinos, ramas de árboles y algas.
Restos del naufragio |
Levantando precarios refugios con los restos de la nave que pudieron rescatar, los 180 hombres se prepararon como pudieron, no esperaban rescate de ninguna parte, así que el objetivo era salir de ahí.
Entre los cadavéres que flotaban en el agua, congelado y sin mayores esperanzas de encontrar comida, nuestro protagonista es comandado por el capitán para rebuscar en los restos del naufragio, lo que se pudiera rescatar de las provisiones o artículos que sirvieran para la expedición. El capitán Cheap quería llegar hasta Valdivia o Chiloé.
Vista actual de la Isla Byron |
Es en este tiempo cuando tiene contacto por primera vez con algunos indígenas originarios de estas latitudes. Los chonos. Eran estos un pueblo nómade de las costas del sur de Chile. Se supone que llegaron a este país alrededor de 5.000 A.C.. En estricto rigor, eran tribus que viajaban en grupos en los distintos archipiélagos del sur y al conjunto, se le dio el nombre genérico de Chonos. Cada grupo iba comandado por un cacique, que era el jefe de familia. Las mujeres estaban en una categoría inferior, dedicandose a la crianza de los hijos, mariscar y labores domésticas. El mayor adelanto tecnológico de los Chonos, eran sus canoas de madera de alerce, que les permitía una navegación rápida por los distintos lugares de las islas, además de transportarlas desarmadas cuando debían hacer el trayecto por tierra. En su calidad de nómades, también viajaban con sus casas a cuestas, que no eran más que estructuras de madera, que levantaban cuando la necesitaban y cubrían con pieles de lobos marinos, ramas de árboles y algas.
Lord Byron los describe de la siguiente forma eran de baja estatura, mui morenos i llevaban largos cabellos negros mui tiesos, que les colgaban a lo largo de la cara... Su vestido consistía únicamente en un pedazo de piel de algún animal, que les cubría la cintura i en una especie de tejido de plumas echado sobre los hombres...
Estos indígenes, peses a los problemas idiomáticos, auxiliarion con provisiones a los marinos y con buena intensión, tratar de ayudarlos. Pero algunos marinos, ebrios y hambrientos, atacaron a algunas mujeres y los indios se fueron. Ya para entonces, había disminuidos a 100 hombres el contigente del naufragio. Algunos murieron de hambre, otros en peleas internas, otro muerto por el capitán para evitar un motín y un grupo decidió marcharse en canoa.
Los ingleses comían lo que encontraban. Con el mar embravecido, no había muchos peces, así es que intentaban proveerse de mariscos y aves de mar, aunque siempre era insuficiente. Cazaban canquen, quentru y petirrojos cuando los pillaban. Ocasionalmente, algunos indios chonos pasaban a dejarles perros y mariscos para su sustento.
Ya para Diciembre, eran apenas 20 hombres, considerando algunas muertes y un gran motin que dividió el grupo en dos. En Octubre, alrededor de 80 personas, partieron en embarcaciones que se habían hecho con los restos de la nave mayor, viajando en dirección sur hacia el Cabo de Hornos, y de esta forma, ocho meses después salvaron la vida llegando a Brasil. En cambio, los que se quedaron, se prepararon para viajar al norte. Lamentablemente, luego de varios meses y penurias sufridas, se devolvieron a su punto de partida, resignados a morir ahí. En el camino, perdieron una de las dos precarias embarcaciones que pudieron arreglar e incluso, debieron dejar algunos hombres en islas cercanas, ya que no podían viajar todos en el bote. Los dejaron sin comida ni expectativas de sobrevivencia. Hubo otros que murieron de hambre y cansancio. Era tal el nivel de hambre que pasaban, que en un momento se comieron los zapatos que llevaban puestos hechos con piel de foca y en otro, sufrieron una intoxicación por comer el hígado de unas focas que habían cazado.
Para contextualizar, debemos señalar que el lugar donde encallaron es bastante inhóspito. El archipiélago está ubicado en el mar austral de Chile, fuertes vientos soplan constantemente con una temperatura media de 9°C. Lluvioso casi todo el año incluso en Febrero y Marzo que son sus mejores épocas. Fuertes marejadas y nevazones en un largo invierno. Los días despejados, se consideran un accidetente climático en este lugar. Líquenes y musgo crecen en las rocas desnudas. Los árboles presentan una formación boscosa tupida que los marineros no se atrevieron a explorar. Animales, casi no hay, salvo zorros y roedores pero en lo profundo de los bosques. En cuanto a las aves, se encuentran en la costa y es de donde más obtenían alimentos los ingleses, además de focas y nutrias cuando podían estar en el mar.
Finalmente, luego de varios intentos fallidos, contactan con una tribu de indígenas que tenía por jefe a un indio cristianizado que podía hablar algo de español. El ciirujano del barco, aunque muy enfermo y debilitado por el hambre, también entendía algo del idioma y logran un acuerdo para obtener ayuda.
Nuevamente se desgrana el grupo y hubo algunos que, aprovechandose de un indígena, lo secuestran y se marchan con la embarcación dejando apenas a 5 hombres, entre ellos, Byron.
En marzo de 1742, parten rumbo a Chiloé, sin provisiones, enfermos, desnutridos y llenos de piojos, solo con la poca ayuda que le daban los chonos que los llevaban. Según detalla Byron, estos no eran muy amables entre sí, menos aún con ellos, de hecho bastante violentos. Solo tenían en estima al capitán por ser él quien debía entregarle la recompensa al final del viaje, esto era, todos los restos que pudieran tener de artículos de hierro, muy valorado por ellos.
A punto de morir en varias ocasiones de hambre, atacado por los propios indios, de frío o simplemente, resignado a su suerte, todo cambia una vez llegan a destino. Llegan a Chiloé en Junio de 1742 y son entregados a una reserva india donde los alimentan y acogen muy bien. Pasan unas semanas con ellos mientras se envía el mensaje a los españoles que viven en Castro. Eran apenas tres. El cirujano no sobrevive a la enfermedad y el hambre y el teniente Hamilton prefirio quedarse solo en una isla a tener que compartir la canoa con el capitan Cheap. No volvieron a verlo hasta meses después.
Un piquete de soldados viajan a buscarlos para ser trasladados a la colonia. A raíz de la guerra entre Inglaterra y España, son tratados como prisioneros y encarcelados, aunque para ellos no es problema mientras tengan comida en abundancia y ropa de abrigo. De hecho, les regalan una camisa a cada uno, con lo que se consideran más dichosos que en mucho tiempo.
En suelo español la suerte les cambia. Se recuperan físicamente de todos sus males y son tratados, al principio con curiosidad, pero después fueron integrados a la comunidad, en espera del barco que los llevará a Valparaíso.
Nos presenta descripciones del pueblo natural de Chile donde se pueden apreciar la mezcla de costumbres: "Aquí se habla mucho la lengua india, aun entre los mismos españoles; dicen que la encuentran más bonita que su propio idioma. Las mujeres tienen la tez fina y muchas de son mui hermosas, tienen buenas voces i pueden puntear un poco en la guitarra; pero tienen la fea costumbre de fumar tabaco... no usan chimenea, sino que encienden fuego en medio de las piezas; en cada esquina hai agujeritos para dar salida al humo. Solo las personas acomodadas comen pan de trigo, grano que se produce poco y no hay molinos; hai gran abundancia de las patatas más hermosas del mundo; después de asadas en un rescoldo, las pelan y las sirven en las comidas en lugar de pan... En la isla no hai moneda corriente. Si una persona necesita unas cuantas yardas de lienzo, un poco de azúcar o tabaco o cualquiera de las cosas que vienen del Perú, da a cambio tantas tablas de cedro, tantos jamones o tantos ponchos"
Durante su estadía, fueron recibidos por el gobernador y lo acompañaron en su gira anual de las islas, en la que se informa del estado de las cosas bajo su autoridad. En este tiempo le sucedieron varias cosas, entre ellas, el intento de un sacerdote de casarlo con su sobrina tentandolo con la dote que este rechazó, uno de los indios que los habían recibido primero en las islas iba a ser ajusticiado por el gobernador pero los ingleses pidieron por su vida y le fue perdonada, una mujer mayor que quería que se quedara a vivir con él porque lo quería como un hijo e incluso fue mirado con sospecha de hacer enojar a los santos, cuando no quiso besar unas estampas y justo se puso a temblar. Para unas gentes supersticiosas, ignorantes y subordinadas a la religión, no había otra explicación más que la herejía para este tipo de eventos. Todo esto, con apenas 18 años.
Respecto de las mujeres, este observador extranjero nos cuenta que "rara vez acostumbran las damas de la primera sociedad ponerse medias i zapatos para andar por casa; de ordinario, las guardan para ponérselas en ocasiones particulares. Con frecuencia las he visto llegar a la iglesia, que está frente a la casa del gobernador, a pierna pelada, andando por el barro i por el agua; ponerse sus medias i zapatos a la puerta de la iglesia i quitárselos de nuevo al salir. Aunque por lo jeneral son hermosas i tienes bonito cutis, muchas se pintan de una manera tan ridícula, que es imposible dejar de reírse en su misma cara cuando uno las mira."
En Diciembre llega el barco de Lima y en Enero parten rumbo a Valparaíso nuevamente con marejadas y clima complicado. Cinco días después, divisan la costa pero el mar no los deja ingresar al puerto. El buque era comandado por un español que, a voz de los ingleses, no sabía la menor cosa de asuntos del mar, pero el piloto, el contramaestre y su guardián, eran marinos franceses avezados. El resto de la tripulación, eran indios o negros esclavos que no dejaban subir a los palos para no ocasionar pérdidas de dinero a sus propietarios.
Uno de los pasajeros era el jefe de los jesuitas que, cuando supo que el mal viento no los dejaba terminar bien el viaje, "fue a su camarote a sacar la imájen de no sé qué santo, i pidió que la colgaran de las jarcias de mesana; una vez hecho esto, púsose a amenzarla con que iba a tirarla al agua si luego no teníamos buen viento". El viento cesó y a la mañana siguiente anclaron en Valparaíso.
Una vez pisaron tierra, fueron rodeados por soldados españoles y llevados a prisión en el puerto.
Vista actual de la Isla Wager |
Finalmente, luego de varios intentos fallidos, contactan con una tribu de indígenas que tenía por jefe a un indio cristianizado que podía hablar algo de español. El ciirujano del barco, aunque muy enfermo y debilitado por el hambre, también entendía algo del idioma y logran un acuerdo para obtener ayuda.
Nuevamente se desgrana el grupo y hubo algunos que, aprovechandose de un indígena, lo secuestran y se marchan con la embarcación dejando apenas a 5 hombres, entre ellos, Byron.
En marzo de 1742, parten rumbo a Chiloé, sin provisiones, enfermos, desnutridos y llenos de piojos, solo con la poca ayuda que le daban los chonos que los llevaban. Según detalla Byron, estos no eran muy amables entre sí, menos aún con ellos, de hecho bastante violentos. Solo tenían en estima al capitán por ser él quien debía entregarle la recompensa al final del viaje, esto era, todos los restos que pudieran tener de artículos de hierro, muy valorado por ellos.
A punto de morir en varias ocasiones de hambre, atacado por los propios indios, de frío o simplemente, resignado a su suerte, todo cambia una vez llegan a destino. Llegan a Chiloé en Junio de 1742 y son entregados a una reserva india donde los alimentan y acogen muy bien. Pasan unas semanas con ellos mientras se envía el mensaje a los españoles que viven en Castro. Eran apenas tres. El cirujano no sobrevive a la enfermedad y el hambre y el teniente Hamilton prefirio quedarse solo en una isla a tener que compartir la canoa con el capitan Cheap. No volvieron a verlo hasta meses después.
Un piquete de soldados viajan a buscarlos para ser trasladados a la colonia. A raíz de la guerra entre Inglaterra y España, son tratados como prisioneros y encarcelados, aunque para ellos no es problema mientras tengan comida en abundancia y ropa de abrigo. De hecho, les regalan una camisa a cada uno, con lo que se consideran más dichosos que en mucho tiempo.
En suelo español la suerte les cambia. Se recuperan físicamente de todos sus males y son tratados, al principio con curiosidad, pero después fueron integrados a la comunidad, en espera del barco que los llevará a Valparaíso.
Nos presenta descripciones del pueblo natural de Chile donde se pueden apreciar la mezcla de costumbres: "Aquí se habla mucho la lengua india, aun entre los mismos españoles; dicen que la encuentran más bonita que su propio idioma. Las mujeres tienen la tez fina y muchas de son mui hermosas, tienen buenas voces i pueden puntear un poco en la guitarra; pero tienen la fea costumbre de fumar tabaco... no usan chimenea, sino que encienden fuego en medio de las piezas; en cada esquina hai agujeritos para dar salida al humo. Solo las personas acomodadas comen pan de trigo, grano que se produce poco y no hay molinos; hai gran abundancia de las patatas más hermosas del mundo; después de asadas en un rescoldo, las pelan y las sirven en las comidas en lugar de pan... En la isla no hai moneda corriente. Si una persona necesita unas cuantas yardas de lienzo, un poco de azúcar o tabaco o cualquiera de las cosas que vienen del Perú, da a cambio tantas tablas de cedro, tantos jamones o tantos ponchos"
Grabado de habitantes de Chile en 1786 |
Durante su estadía, fueron recibidos por el gobernador y lo acompañaron en su gira anual de las islas, en la que se informa del estado de las cosas bajo su autoridad. En este tiempo le sucedieron varias cosas, entre ellas, el intento de un sacerdote de casarlo con su sobrina tentandolo con la dote que este rechazó, uno de los indios que los habían recibido primero en las islas iba a ser ajusticiado por el gobernador pero los ingleses pidieron por su vida y le fue perdonada, una mujer mayor que quería que se quedara a vivir con él porque lo quería como un hijo e incluso fue mirado con sospecha de hacer enojar a los santos, cuando no quiso besar unas estampas y justo se puso a temblar. Para unas gentes supersticiosas, ignorantes y subordinadas a la religión, no había otra explicación más que la herejía para este tipo de eventos. Todo esto, con apenas 18 años.
Respecto de las mujeres, este observador extranjero nos cuenta que "rara vez acostumbran las damas de la primera sociedad ponerse medias i zapatos para andar por casa; de ordinario, las guardan para ponérselas en ocasiones particulares. Con frecuencia las he visto llegar a la iglesia, que está frente a la casa del gobernador, a pierna pelada, andando por el barro i por el agua; ponerse sus medias i zapatos a la puerta de la iglesia i quitárselos de nuevo al salir. Aunque por lo jeneral son hermosas i tienes bonito cutis, muchas se pintan de una manera tan ridícula, que es imposible dejar de reírse en su misma cara cuando uno las mira."
En Diciembre llega el barco de Lima y en Enero parten rumbo a Valparaíso nuevamente con marejadas y clima complicado. Cinco días después, divisan la costa pero el mar no los deja ingresar al puerto. El buque era comandado por un español que, a voz de los ingleses, no sabía la menor cosa de asuntos del mar, pero el piloto, el contramaestre y su guardián, eran marinos franceses avezados. El resto de la tripulación, eran indios o negros esclavos que no dejaban subir a los palos para no ocasionar pérdidas de dinero a sus propietarios.
Vistas de Valparaíso. Rugendas. 1834 |
Uno de los pasajeros era el jefe de los jesuitas que, cuando supo que el mal viento no los dejaba terminar bien el viaje, "fue a su camarote a sacar la imájen de no sé qué santo, i pidió que la colgaran de las jarcias de mesana; una vez hecho esto, púsose a amenzarla con que iba a tirarla al agua si luego no teníamos buen viento". El viento cesó y a la mañana siguiente anclaron en Valparaíso.
Vistas de Valparaíso. Rugendas 1834 |
Una vez pisaron tierra, fueron rodeados por soldados españoles y llevados a prisión en el puerto.
genial jajajaja
ResponderEliminargenial jajajaja
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