Día de Todos los Santos. ¡Vamos de Fiesta!



La celebración del Día de Todos los Santos tiene su origen en la costumbre de la iglesia primitiva, de celebrar el aniversario de la muerte de algún mártir, en el mismo lugar de su martirio. Durante la Gran Persecución, en el siglo IV, donde murieron muchos cristianos simultáneamente, fue necesario determinar un día específico para honrar sus memorias. En un principio, solo los mártires y San Juan Bautista, requerían de un día especial, pero en la medida que el tiempo pasaba y el proceso de canonización se fue regulando, también se fueron honrando más santos.

Para el año 609-601 el Papa Bonifacio IV, consagró el Panteón de Roma a la Santísima Virgen y a los Santos Mártires, al convertir este templo de dioses paganos en la Iglesia de Santa María de los Mártires, asignándoles un día de aniversario común a todos.

Años más tarde, Gregorio III, al consagrar una capilla en la Basílica de San Pedro a todos los santos, determinó el día 1 de Noviembre como el aniversario oficial. A mediados del siglo IX, esta vez Gregorio IV, extendió la celebración a toda la iglesia católica para venerar a los santos conocidos y no conocidos que no tienen festividad independiente.



Sabemos que fiesta para la iglesia católica quiere decir, todos deben ir a misa, por lo tanto, desde esa fecha, la gente debiera ir a la iglesia a recordar a los santos y mártires para aprender de su santo ejemplo. Esto es lo que la iglesia pretendía, pero, el normal de la gente, iba a la iglesia pero aprovechaba también, de rezarle y pagar misas para sus propios difuntos y la celebración fue perdiendo un poco el rumbo.  Recordemos que era muy importante ayudar con misas y oraciones a las almas de nuestros muertos para que salieran del Purgatorio y consiguieran la vida eterna.

Pasados los siglos y como la gente insistía en repasar más a sus propios muertos que a los oficiales santificados, la iglesia se vio obligada a instaurar el día de Conmemoración de los Fieles Difuntos, más conocido como el Día de los Muertos y se celebra a continuación del de Todos los Santos, es decir, el 2 de Noviembre. 

Separemos aguas: Día de Todos los Santos, 1 de Noviembre, para todos los difuntos que han superado el Purgatorio y gozan de la vida eterna en presencia de Dios. Día de los Muertos, 2 de Noviembre, todos los muertos recientes (y no tanto) que vagan por la tierra sin encontrar un lugar de reposo, es decir, que están en el Purgatorio pagando sus pecadillos.



Pues bien, antiguamente, como se enterraban los muertos dentro de la misma iglesia, el 1 de Noviembre se hacía todo junto y luego, cada uno para su casa. De esta forma, el deseo de comunicarse con la divinidad y con los santos, se mantuvo unido al de reencontrarse simbólicamente con los difuntos propios y rezar por la salvación de su alma, algo así como, aprovechando que estoy en la iglesia. Pero cuando esta costumbre fue prohibida y comienzan los cementerios, la celebración del Día de Todos los Santos se trasladó a los camposantos y lo que fuera un visita rutinaria a misa, se transformó en un viaje particular, realizado por toda la familia, a un lugar determinado en las afueras de la ciudad sin la supervisión celestial y sagrada que tiene un templo.

En Chile, esto comienza inmediatamente con la inauguración del Cementerio General el día 9 de Diciembre de 1821, por el Director Supremo de la época, don Bernardo O´Higgins Riquelme.

Si bien el primer huésped del lugar sería una monja del claustro de Santa Clara, ya para el 1 de Abril de 1822 tenía 995 cadáveres, de los cuales, 87 eran de pago. Esto, porque el cementerio tenía la obligación de inhumar a los pobres de solemnidad que venían del Hospital San Juan de Dios. Pero eso no quiere decir, que no tuvieran familia que los visitara el día 1 de Noviembre.

Como decía, una vez hecho el cementerio, la familia se vio obligada a realizar la peregrinación del Día de Todos los Santos no a la iglesia, sino al camposanto, y se preparaba con antelación para ello.



Pensemos en una familia normal, no puedo decir de clase media porque no había, pero si de obreros y peones, que iba a visitar la tumba del abuelo. Se levantaban temprano, arreglaban la carreta con viandas y bebidas para el calor (Noviembre en Chile es casi verano), además de las flores y los regalitos de frutas para los familiares de otros lados de la ciudad. Hoy en día, el Cementerio General está dentro de la comuna de Recoleta, pero en esos años, era salir de la ciudad, lo que implicaba un largo viaje en carretón. Como había que almorzar, se llevaban algunos pollos para preparar y carne seca (charqui). Si la familia era muy grande, mejor llevar un ternerito para ponerlo en las brasas. Junto con todo, se llevaban también, hojas de totora y palma, para dar sombra mientras se preparaba el almuerzo. Y para que no faltara nada, la buena guitarra y el harpa, que amenizaba el encuentro familiar. 

Esta situación tan simple hay que multiplicarla por cada familia que tenía algún difunto que visitar. Con los años, llegó a ser tanto el movimiento, que el cementerio comenzó a prepararse el día anterior para recibir tantos deudos y a cerrar, el día 2 de Noviembre, dando así, dos o tres días completos de jolgorio al pueblo.

La iglesia pedía que se visitar a los muertos ese día, y se hacía... el resto del tiempo, era otra cosa. Se cumplía con el deber religioso, por lo tanto, el pueblo tenía derecho a divertirse y qué mejor que hacerlo en familia. Bien podía ser la oportunidad de lograr un buen negocio, o encontrar marido, o tal vez, cobrarse alguna ofensa. Según crónicas de la época, la espaciosa avenida de la Cañadilla, que conduce la cementerio, se veía el 1 de Noviembre invadida por carretas llenas de hombres y mujeres engalanadas, que conducían harpas y guitarras, damajuanas con licor, silletas, canastos llenos de fiambres, pedazos de estera y alfombras, i todo cuanto habían menester, no para honrar a los santos ni orar por los difuntos, sino para pasar el rato alegremente después haber cumplido el deber sagrado de visitar el cementerio. Con tales preparativos i hechos en tan inmensa escala, las orjías se prolongaban hasta horas avanzadas de la noche, i los hospitales se llenaban de heridos procedentes de las mismas orjías.



Escándalos, muertos, decenas de ebrios que, sin el mayor respeto por los fallecidos, utilizaban de baño algunas de las tumbas.

En ese tiempo, el suelo sagrado, no tenía muros y dentro del reglamento del cementerio se menciona que será castigado como delito de primer orden el desnudar los cuerpos de la mortaja que llevan o examinarlos a este fin después de enterrados, sea con el pretesto que fuere

Claramente, porque en la práctica, no faltó el que tuvo frío y no encontró nada mejor que quitarle la chaqueta a algún cadáver. Supongo que de ahí vendrá el dicho que, cuando a una persona le queda grande el traje, se dice que era más grande el finado.  

Se robaban los mármoles, los fierros, las flores, las naranjas de los árboles, las piedras e incluso los cadáveres. Tal cual. Y no para fines médicos precisamente, como se hacía en Inglaterra. Era para seguir la fiesta. En algún momento se pudo comprobar que ciertos inescrupulosos, hacían el pino (relleno de carne con cebolla) de las empanadas con carne de los fallecidos.



Con el paso del tiempo, el cementerio contó con muros que ponían a cubierto los cadáveres de ser profanados por los perros, los ladrones nocturnos y los empanaderos.

Así fue creciendo esta fiesta en la Cañada, en donde habrían de sumarse los vendedores de flores, de agua, comestibles y demás, todo esto, aunque cueste creerlo, fomentado por el gobierno de turno. 

Para el año 1834, se dictó un decreto que autorizaba el pago de la celebración:


Núm. 188.
Santiago, diciembre 11 de 1834.

Declárase que el tesoro del Pateón debe cubrir los 28 pesos que en la función del día de ánimas se invirtieron en música y tambores.

   PRIETO.
Tocornal.



Los bailes, chinganas, saraos al aire libre y chicha sin medida, eran algo cotidiano para la fecha. La cueca, reina y señora de la ramada, estaba en su apogeo, pero también estaban los catimbaos que bailaban danzas macabras con los muertos.

Aunque debemos mencionar que, en un intento de mejorar las cosas y evitar tanto jolgorio peligroso, el gobierno decidió abrir una avenida donde había un callejón y plantar árboles que impidieran la instalación de las tiendas.



Diversas situaciones contribuyeron al cambio de esta costumbre. Persecución de la policía por el resguardo del orden público, diferencias en el modo de ver la muerte, el acortamiento de las distancias por el poblamiento de Santiago, por nombrar algunas.

En la actualidad, el Día de Todos los Santos se sigue respetando como el día de visita casi obligada a los cementerios, para dejar una flor en la tumba de algún familiar y rezar por el descanso de su alma; eso para quienes sienten la necesidad de ir. Y se hace en un ambiente tranquilo, de reposo y luego el descanso y jolgorio quedan para el encuentro familiar en casa.




Fuentes:
- La ciudad de los muertos. Benjamin Vicuña Mackenna
- Sepultura sagrada, tumba profana.  Marco Antonio León.
- El cementerio en el Día de Todos los Santos. José Torres Arce.

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