Dinero, asesinato y el Gobernador de Chile. El caso de la fragata Scorpion

Durante todo período colonial, las colonias americanas sólo podían comerciar con España y esto se hacía a través de dos puertos: Veracruz (México) y Portobelo (Panamá). El encarecimiento de los productos era exhorbitante generando, en el caso de Chile, desabastecimiento de artículos de lujo y problemas de desarrollo. Cuando, como una medida de apertura, España decidió declarar libertad de comercio, nuestro país, se vio directamente beneficiado. Entiendase por libertad de comercio no la posibilidad de entrablar negocios con otros países, sino que todos los puertos de las colonias (Coquimbo, Valparaíso, Valdivia, etc) podían tener tratos directos con España.

Galeones españoles en travesía comercial

Al mismo tiempo, cuando España entregó el permiso de asientos de negros a Inglaterra y Francia, tuvimos la posibilidad de entrar en contacto con el otro mundo. Ingleses y franceses podían llegar a las costas americanas durante 30 días a comerciar solamente esclavos negros, pero, a vista y paciencia de las autoridades americanas (incluso fomentados por ellos) traían de contrabando miles de productos logrando ganancias de hasta un 200% sobre el precio al que vendía la madre patria. Este permiso duró hasta 1750 cuando Gran Bretaña renuncia a él, pero los contactos, conocimientos de la costa y modus operandi del contrabando ya quedaron establecidos.

La obligación de las autoridades americanas era la de evitar el contrabando porque mermaba las ganancias del rey y la orden que tenían era de capturar cualquier barco extranjero bajo sospecha de contrabando decomisando sus mercancías para entregarlas al tesoro real. La cosa cambiaba cuando estaban en guerra ya que, se podía pedir una patente de corso y capturar naves extranjeras, por ejemplo, inglesas, y toda la mercadería, barco y demases, eran considerados botín que era repartido entre quienes capturaban la nave.

Chile, frecuentemente tenía avistamiento de naves extranjeras pero, era tal la necesidad de artículos que el contrabando era la mejor opción para adquirirlos. Regularmente llegaban naves a sus costas a comerciar, de forma clandestina, telas, espejos, alcoholes, perfumes, sedas, adornos, cuchillos, etc.

A principio de 1800, la fragata Scorpion navegaba sin problemas por los mares de Chile. Esta nave estaba bajo el mando del capitán Tristán Bunker, un americano que trabajaba para la compañia inglesa especialista en la venta de aceite de ballena, por lo que el barco tenía patente de ballenero y permiso para viajar por el sur. En cada uno de sus viajes, traía telas que eran vendidas a buen precio en Chile y era tan lucrativo el negocio, que finalmente se decidió por modificar el barco y dedicarse de lleno al contrabando.

Fragata ballenera Esexx, similar a la fragata Scorpion

Durante su segundo viaje, en marzo de 1807, contacta con Henry Faulkner Price, médico americano avecindado en Quillota quien se presenta como representante de un grupo de comerciantes interesados en comprar telas inglesas y se arma el negocio. Serán 80 mil libras de géneros pagados en monedas de plata y lingotes de cobre, entregados en Topocalma en Julio del año siguiente. Bunker vuelve a Inglaterra y prepara el cargamento.

Hasta ahí, todo bien. Pero una vez vuelve a las costas de Chile, se instala en Topocalma, en un lugar conocido como el Chivato, no ve por ninguna parte a Faulkner. Decide bajar con unos cuantos hombres y en el camino se encuentra con el dueño de la hacienda, don José Fuenzalida Villela a quien le ofrecen las mercancías, en vista de que el primer comprador no estaba. Este hacendado, que dice conocer a Faulkner, les dice que le avisará al americano y que solo deben esperar. Para ello les ofrece comida y habitación mientras se hacían las diligencias.

José Fuenzalida, ni tonto ni perezoso, le avisa efectivamente a Faulkner que su cargamento había llegado, pero, también le avisa al Subdelegado del distrito Real de Colchagua sobre la presencia de una nave sospechosa. Y mientras hospedaba a la tripulación del Scorpion llegaron Henry Faulkner y Francisco de la Carrera hasta su hacienda y conversaron en privado.

Acordaron que el cargamento era de buena calidad y que no tenían por qué pagar por ello. Tenderían una trampa a los ingleses para quedarse con la carga y con el dinero que debían pagar por ella. Dicho esto, acordaron un nuevo lugar de desembarco y con fecha posterior: el 25 de septiembre de 1808 en otro sector de la bahía, se reunirían con él cuando tuvieran listos los compradores. Si al llegar esa fecha, veían humo en la costa y y una bandera blanca con tres puntas, era negocio hecho y seguro desembarcar.

Gobernador de Chile don Francisco García Carrasco

Los confabulados no tenían armas suficientes ni hombres para reducir a toda la tripulación por lo que decidieron incluir a uno más que ya tenía maña en este tipo de empresas, nada menos que al Gobernador del Reino de Chile de esos años, don Francisco García Carrasco. Este personaje junto con su asesor de letras, don Juan Martínez de Rozas (el mismo que más tarde se yergue como uno de los precursores de la independencia), deciden intervenir en el negocio y obtener ganancias de ello, nada menos que el 85% de las utilidades a cambio de enviar una tropa de Dragones disfrazados y armados para contener a la tripulación, desviar la investigación posterior y declarar la nave como botín de guerra y no como contrabando, pese al armisticio entre Inglaterra y España en ese momento.

Mientras, Faulkner viaja a Coquimbo en espera de la fecha concertada. Durante ese viaje se contacta con él, George Edwards, un joven cirujano londinense que se embarcó en el Scorpion un año antes pero se había quedado en La Serena, donde contrajo matrimonio con una acomodada señorita, iniciando una larga dinastía que se mantiene en Chile hasta el día de hoy como una de las familias más ricas de nuestro país. Pero esa es otra historia. 

Edwards, por amistad, le avisa que hay una confabulación en su contra a través de unas cartas (dos en inglés, una en español) pero el capitán hace caso omiso de ellas y parte a Topocalma nuevamente.

Sus vigías ven la señal convenida y se encuentran con Faulkner, un representante de De la Carrera y el mayordomo del Marqués de Larraín, quienes le indican que ya tienen los compradores pero que, por seguridad, la entrega debe hacerse el 14 de octubre en Quilimarí. Habían dejado a Fuenzalida fuera del negocio. Bunker les muestra la advertencia que había recibido pero es desestimada por la confianza que han logrado.

Llegada la fecha todo se resuelve con normalidad. La mercancía es entregada y el cargamento de cofrés de monedas de plata y cobre es subido al barco. El mismísimo Marqués de Larraín se presentó a cerrar el negocio pero se sientió mareado en el barco por lo que pidió que lo dejaran en tierra.

El presidente Carrasco había decretado que se retirasen de la costa de Quilimarí todos los guardacostas, había preparado el envío de los cofres de dinero (que era dinero fiscal) en convoyes escoltados por los 80 dragones disfrazados que estaban agazapados en espera de la orden de entrar en acción. Que nadie dijera que no cumplía sus compromisos. El Marqués de Larraín era un amigo suyo, Pedro Arrué, que estuvo de acuerdo en participar a cambio del cuantioso botín que tendrían.

Vista actual de la playa de Quilimarí, IV región

Habían levantado una ramada en la costa donde estaba el Marqués descansando de su indisposición mientras comían el capitán y algunos hombres. Mientras se trasladaban los cofres empezaron los gritos. Los dragones habían empezado el ataque y se redujo a la tripulación a punta de bala y cuchillo.

El capitán, intrigado, se levantó de su asiento pero inmediatamente recibió una puñalada en la espalda. Pese a estar herido, alcanzó a llegar a la orilla y tomar un bote, pero fue nuevamente herido y caído, desnudado y amarrado de una pierna para terminar arrastrado hacia un hoyo. Aún tenía señales de vida.

Fueron asesinados ocho marino (entre ellos un niño) y el capitán. Numerosos heridos en la costa. Los confabulados, guardaron la carga y el pago ficticio fue devuelto a Santiago por los dragones.

Asalto al barco

Fueron enviados los prisioneros a Valparaíso, pero, el Administrador de Aduana, don Manuel Manso, decidió confiscar el botín a causa de la no existencia de guerra entre Inglaterra y España lo que impedía el reparto. Informado de esto García Carrasco, decretó que esa era desición del Gobernador y declaró que era botín de guerra y debía ser repartido.

El caso generó muchas represalias. Múltiples querellas e investigaciones. Cuando los perpetradores llegaron a Santiago, eran perseguidos e insultados en las calles por ladrones y asesinos.  El Marqués de Larraín inició un pleito (que llegó incluso a Inglaterra) para demostrar que había sido suplantado por un amigo del gobernador.  

García Carrasco mandó a apresar y levantó juicio por traición a George Edwards por las cartas de advertencia que le hizo llegar al capitán Bunker. Al principio, Edwards negaría las acusaciones pero al ver el fevor popular a favor de los tripulantes, se declaró culpable. García Carrasco, para aplacar a la opinión pública, decretó arresto para Edwards por espía inglés pero con pena remitida, quedando éste en libertad.

El resto de los implicados, Francisco de la Carrera y Henry Faulkner, recibieron su parte del botín. De hecho, Faulkner terminó siendo Gobernador de Quillota en 1823 y en 1844 compró el fundo Santa Teresa y De la Carrera, recibió toda la protección que su apellido pudo darle.

Juan Martínez de Rozas, también tuvo su parte del botín, que envió a Lima para resguardo y evitar la confiscación, pero debió renunciar a su cargo y devolverse a Concepción en espera de que las personas olvidaran el episodio, cosa que sucedió y luego volvió a Santiago como representante de esa provincia participante activamente en los primeros procesos de la Independencia.

Inglaterra inició pleito con España por el apresamiento de la nave y el asesinato de sus ciudadanos y España, a su vez, entre otras cosas, removió de su cargo a García Carrasco, quien terminó en Lima sin un peso. Pese a todo, España hubo de indemnizar a Inglaterra por este atropello.

El episodio se cuenta como uno de los antecedentes de la independencia de Chile al aumentar el despretigio de las autoridades españoles mostrándolos como personas sin principios y dispuestos a cualquier cosa para mantenerse en el poder y abusar de él.






Fuentes:

- Historia General de Chile, Tomo VIII. Diego Barros Arana
- Crónica de 1810. Fuentes documentales para estudio de la Historia de Chile
- El escándalo Scorpion. Aurora de Chile

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