Las mujeres de Pedro de Valdivia: compañera hasta la muerte Juana Jiménez

Bastante difícil ha sido encontrar antecedentes sobre la última de las mujeres de conquistador. Se trata de Juana Jiménez, quien se juntó con Pedro de Valdivia en Perú cuando éste fue a solicitar la confirmación de su cargo a Lima.


Corre el año 1547, Valdivia decide que hay que partir a Perú a solicitar refuerzos, pertrechos y víveres que permitan consolidar su trabajo de conquista para la corona, y además confirmar su nombramiento como gobernador, pero los colonos, ya no están dispuestos a entregar más aportes voluntarios luego de que la expedición de Monroy fracasara. A decir verdad, ya se hablaba de dejar el país y volver hacia España o Perú con lo que ya habían conseguido y no seguir sufriendo en esta tierra. Ante esto, Valdivia concibe un plan que no compartió con nadie, salvo dos personas más. Les hace saber a todos que reconoce la dificultades sufridas por todos, así que cada uno es libre de marcharse o quedarse según su deseo, que dispondrá de una nave que los transportará a ellos con todas sus cosas hasta Lima y que se llevaran todo su oro para demostrar al resto del mundo, que este pedazo de tierra no era tan miserable como decían. Quince españoles quisieron marcharse y embarcaron todos sus bienes. La noche antes del anunciado viaje, Valdivia los agasajó con un gran festín y, mientras estaban todos disfrutando, se fue a Valparaíso, tomó la nave y partió a Lima. Decir que hubo descontento es poco. Las mayores maldiciones conocidas en España fueron dichas a su nombre. Dejó una carta donde explicaba que lo hacía para continuar el servicio a Su Majestad y que en su lugar dejaba a cargo a Jerónimo de Alderete y Francisco de Villagra en quienes también recayó la orden de ir pagando lo usurpado con lo que le correspondía de la producción de oro del Marga Marga. A Inés de Suárez también la dejó sin aviso y luego le mandaba una carta profesando amor y perdón; aunque no lo sabían en ese momento, no volverían a estar juntos.





Valdivia demoró poco más de un año en regresar ya que estuvo al servicio del Virrey de La Gasca en contra de Gonzalo Pizarro, su antiguo superior que lo había autorizado a la expedición a Chile. Además, enfrentó los cargos hechos por sus enemigos cuando fue acusado de desobediencia a la autoridad de los delegados del Rey, tiranía y crueldad con sus subalternos, codicia insaciable y irreligiosidad y costumbre relajadas con escándalo público. Tal como hemos comentado en entradas anteriores, Valdivia libró de todas las acusaciones menos de la última, ya que los testigos, tanto en favor o en contra, atestiguaron que sí vivía en amancebamiento con Inés de Suárez y de La Gasca, sacerdote al fin y al cabo, no dejó pasar esta situación. Decretó el abandono de la amante en menos de seis meses y que trajera desde España a su legítima esposa Marina Ortiz de Gaete.

La sentencia era en contra de Inés, nada decía sobre otras mujeres, así que Valdivia, a falta de una, tomó dos. María de Encío, la hermana (algunos dicen hija) de uno de sus financistas Juan de Encío, y la sirvienta de ésta, Juan Jiménez.

Ambas españolas pero de diferente cuna. Se dice que Juana manejaba a Valdivia con sus artes hechiceras y que le preparaba pociones a base de hierbas para mantener su virilidad. Pero esos pueden ser rumores ya que no existen hechos contrastables. Lo concreto es que el 21 de Enero de 1549, Juana Jiménez viaja en el San Cristóbal rumbo a Chile junto con Valdivia y María de Encío.

Vivió con él en la casa que antes fue de Inés de Suárez, incluso cuando fue herido en una pierna, fueron ellas quienes lo cuidaron y atendieron, aunque Inés fue llamada a curarlo ya que era, desde el principio de la conquista, la encargada de curar a los enfermos. Este accidente le valió una cojera por el resto de la vida al conquistador.

Valdivia casó a María de Encío con Gonzalo de Ríos y le dió como dote casi la mitad de Papudo, además de indios y dinero. Se quedó con Juana y partió al sur a fundar y conquistar. 

Vivió con ella en Concepción hasta 1553, cuando se enteró de la venida de su esposa. Ella entonces, lo deja, pese a la resistencia de Valdivia ya que su mujer no llegaría hasta 1555, todavía podrían vivir juntos algún tiempo más, pero ella insiste en irse. Algunos señalan que Valdivia la casó entonces, pero esto es improbable porque la fecha de matrimonio de Juana es posterior a la de su muerte. Con todo, es cierto que ella poseía una extensa encomienda de indios; probablemente Valdivia le quiso asegurar una buena dote antes de separarse. 





Aun así, la fecha de separación de 1553 es relativa puesto que existen otras fuentes que la muestran en 1554, todavía viviendo con Valdivia en Concepción y que se habría enterado allí de la muerte de su amante.

La llegada de Villagra a Concepción con sus maltrechas huestes, llevó al colmo de la desesperación a los habitantes de la ciudad. Nadie pensaba en la resistencia sino en la huida hacia el norte en busca de refugio. La sola idea de que apareciera el terrible caudillo araucano, había turbado los mejores ánimos y el deseo de despoblar prendió rápidamente. El pánico se había apoderado de los hombres y cuenta Antonio de Bobadilla que Juan Negrete, temblando de miedo, decía en la puerta de la casa de Valdivia "¿qué hacemos en esta ciudad? ¡qué nos han de comer vivos los indios!", en cambio, Juana Jiménez, la última concubina de Pedro de Valdivia, pateaba de rabia en el interior de la casa ante la idea del despueble.

También se señala que, enojada por la cobardía de muchos soldados, tomó espada y rodela y salió a la calle a increparlos, llamándolos gallina. Esta situación me recuerda más a otra mujer, la española Mancia de los Nidos, quien enferma, se levantó de su lecho a reprender a los soldados que estaban evacuando la ciudad... creo que se le puede haber confundido con ella, tal vez.

En 1562, a los 38 años, se casa con don Gabriel de Cifontes, quien fuera compañero de Diego de Almagro en la primera expedición a Chile, dueño de la tercera parte de un galeón español que trajo refuerzos a Concepción; luego fue nombrado Alguacil Mayor de la ciudad.





No obstante, se señala que esta mujer habría tenido por amante, estando ambos casados, nada menos que a don Alonso de Reinoso, conquistador que luchó en Honduras, México, Perú y en la Guerra de Arauco. Fue él quien, en 1558, sentenció a Caupolicán a la muerte por empalamiento. Vivió en Concepción, siendo nombrado Alcalde y Corregidor de la reconstruida ciudad. 

Existe un tercer amante de Juana Jiménez, aunque no se puede precisar; pero llama la atención que en su testamento, nombró como heredero, patrón y capellán de la obra pía que mandó fundar, a Martín del Caz. Y aunque esto de por sí, no habla de una relación extramatrimonial, el que dispusiera ser enterrada junto con este hombre da para muchas especulaciones.

Muere, finalmente en Concepción en 1576.


Fuentes:
- Memoria de los sucesos de la Guerra en Chile. Jerónimo de Quiroga.
- Historia de la vida privada en Chile. Rafael Sagredo.
- Inés del alma mía. Isabel Allende
- Mujeres de Chile. Carlos Valenzuela
- Historia de Chile, desde la prehistoria hasta 1891. Francisco Encina

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