Vicente Benavides: asolando la Frontera (Parte I)

Mi estimado amigo: Hace poco tiempo logré llegar al Ejército, después de los innumerables trabajos que he pasado durante mi prisión con los insurgentes, además de cuando me sacaron de noche para pasarme por las armas, escapé por obra de milagro, con el pescuezo casi cortado, que hasta ahora me hallo algo envarado, son en vano los esfuerzos de los enemigos cuando Dios se opone a sus designios, como ha pasado por mí en sus acontecimientos.
Extracto de una carta escrita por Vicente Benavides a su amigo José María Zapata una vez que estuvo devuelta en el sur.


Hace unos meses atrás, comenzamos la narración sobre Vicente Benavides y lo dejamos conversando con San Martín, luego de haberse cambiado la chaqueta un par de veces en ambos ejércitos. Prisionero en Maipú, condenado a trabajos forzados y luego sentenciado a muerte, donde salva milagrosamente.

Mientras pasa esto, en el Sur, las fuerzas del Rey se repliegan y refuerzan en Talcahuano formando una línea defensiva en la Provincia de Concepción. Se apoderan de ciudades y poblados: Chillán, Los Ángeles, Concepción y Talcahuano, La Isla de Laja más los fuertes de Arauco, Tucapel, Valdivia y Chiloé, e incursionan más al norte del Bío Bío apoderándose de Parral.

Los republicanos, concentrados en formar la Escuadra Libertadora, envían un pequeño contingente a acabar con lo que se consideraba una fuerza menor e instalan su cuartel general en Talca. Desde ahí se recuperan Parral, San Carlos y Chillán.

Osorio, encerrado en Talcahuano recibe la orden de marchar a Lima con todo lo que pueda a apoyar la causa del Virrey Pezuela y deja a Francisco Sánchez al mando con la instrucción de replegarse al sur si fuera necesario. Éste así lo considera y cuando pierden Chillán y Los Ángeles comienza la evacuación de Concepción marchando a Los Ángeles.

Entre tanto, en Santiago, O'Higgins nombra a Ramón Freire como intendente de la provincia de Concepción y lo envía hacia el sur en espera de la llegada del brigadier Balcarce quien queda a cargo de la Campaña del Sud. Y as ahí, cuando, estando en Chillán, Freire ve llegar a don Antonio Merino conduciendo a un arriero con la recomendación directa de San Martín como el hombre ideal para servir como espía: este era Vicente Benavides.

Balcarce comienza su campaña persiguiendo a Sánchez quien cada vez se va más hacia el sur en una columna inmensa donde viajan familias enteras, animales, curas y monjas. El brigadier quiere terminar pronto y evitar el derramamiento de sangre y encarga a Vicente se contacte con los indios para convencerlos de quitar el apoyo a Sánchez y de incentivar la deserción en las tropas realistas. Según el cronista Torrente, esto fue ideal para los planes de Benavides y engañaba a todo el mundo teniendo ocasión de actuar por su propia cuenta.

Benavides con efecto ya fuese por disfrazar mejor sus planes o verdaderamente porque hubiese llegado a ser alucinado pasó a servir al lado del general Alcázar que mandaba en aquella época la citada provincia de Concepción i aun se supone que se debió a los útiles consejos de este campeón la toma de la isla de Lajas i del fuerte de Nacimiento así como el resultado feliz de esta campaña.

Como fuera, en algún momento de la misión que se le confiara, Benavides decide nuevamente cambiar de bando y olvidar la palabra empeñada a San Martín y cuando Sánchez nuevamente decide internarse en el sur, señala que viaja a Tucapel con apenas mil hombres dejando para ausilio i defensa de la frontera al capitán graduado del batallón de Concepción don Vicente Benavides con una división de 500 hombres del país.

Con el enemigo vencido, huido y desmoralizado, Balcarce da por terminada la guerra creyendo imposible que se pudieran rearmar. Así lo informa y parte hacia la capital, no sin antes recomendar a Freire y Thomson que sigan confiando en Benavides.

Vicente Benavides, que me ha dado noticias importantes durante el tiempo de la permanencia del enemigo en Nascimiento, se encuentra en Angol reuniendo dispersos que andan en los bosques y cordilleras y procurando atraer a los indios a nuestra amistad.



Ocurre también un incidente que fue el punto de inflexión en la decisión de Benavides. Mientras se hallaba en Angol reuniendo tropa, no se sabe si para él o para Balcarce, su esposa Teresa Ferrer lo esperaba en el campo de Freire donde sufre el avance amoroso de un capitán patriota generando un estallido de celos y venganza en su marido.

Quedo impuesto de los jenerosos sentimientos que espresa US. en oficio dle 30 del pasado que me remitió con mi esposa que juzgaba víctima de la sofocación del capitán don R.N., siéndome mui sensible los resultados...

A partir de entonces inició sus correrías. En Junio disponá de 800 jinetes apodados los Dragones de la Nueva Creación. El 19 de Julio saqueó Tucapel, matando a los hombres y ancianas, raptando a las mujeres. Para capturarlo, el coronel Pedro Nolasco Victoriano a cargo de Chillán, tomó parte de su guarnición en una expedición a Tucapel; Benavides aprovechó de atacar la ciudad pero los habitantes lograron defenderla. Cuando Victoriano se enteró, atacó a Benavides en Quilmo derrotándolo. Poco después, Benavides saqueaba Nacimiento y Rere, mientras enviaba a Picó a Perú a conseguir refuerzos, armas y el ascenso en su carrera militar.

Los indios nunca se unirían a la causa, la gran mayoría de los caciques apoyarían a Benavides, quien pronto reuniría bajo su mando directo a más de 200 milicianos en Arauco, los fusileros del Cantabria, milicianos de Seguel en Playa Negra y los de Bocardo, Zapata, Pedro López, Tiburcio Sánchez y Antonio Pincheira logrando en total, reunir más de 1700 hombres sin contar las lanzas araucanas.

Freire intentó el cambio de prisioneros con Benavides enviando un emisario a Santa Juana donde éste se había instalado pero no pudo concretar la entrevista ya que Benavides declaró que no enviaría prisionero alguno mientras se retuviera a su mujer, una vez enviada ésta, se avenía a negociar.  Envío entonces Freire al teniente Eugenio Torres con un escuadrón y Benavides, astuto, devolvió a Riveros que había sido hecho prisionero en Nacimiento. Al verlo Freire se confió y envió a la mujer del bandido pero éste, una vez llegada su esposa a Santa Juana, les ofreció una cena para celebrar. Una vez terminada la comida, tomó prisioneros a toda la delegación y exigiéndoles que se pasaran a sus filas, los encarceló. A aquellos que se negaron, alrededor de 14 fueron puestos en una celda aparte. Durante la noche, medio ebrio, entró Benavides sable en mano y los mató uno a uno.

La reacción no tardó en llegar y en sucesivas derrotas fue sacado de Santa Juana y huye casi sin hombres por la montaña. Pero nada detiene a este caudillo. Cada vez que era derrotado, se tomaba el tiempo necesario y volvía a la carga con más hombres, caballos y municiones. Eran las mismas gentes del sur que, cuando comenzaron las guerras de independencia, iniciaron la fuga hacia los bosques y montañas creando verdaderos asentamientos escondidos en la espesura. Vivían del robo y el saqueo de sus hombres, además de los dineros de aquellos que tenían fortuna. Conocidos como los emigrados, fueron quienes siempre apoyaron a la causa del Rey y no permitirían que esta guerra a muerte se acabara pronto.

Todas las poblaciones entre el Maule y el Bío Bío se habían fortificado cavando zanjas en sus calles y levantado reductos en los ángulos de sus plazas en un intento de generar seguridad, pero no había armas ni cañones disponibles para la defensa, como queda de manifiesto en Los Ángeles cuando Alcázar solicita ayuda al gobernador y éste le envía todo lo que tiene para la defensa de la plaza: dos fusiles y cinco paquetes de cartuchos...

El campo de operación de Benavides era muy amplio. Donde no estaba él, llegaban sus capitanes y montoneros por suerte que los ataques a los reductos patriotas se hacían casi simultáneamente en distintos frentes. Pero los soldados y milicias de la patria, apenas sin armas y caballos daban la pelea fieramente matando a bandoleros y fusilando a quienes asolaban la comarca.  Bandidos van quedando pocos ya, escribía el general Freire al director O'Higgins el 22 de agosto, porque ya se han fusilado más de trecientos. Sin contar los muertos en batallas y los pasados por cuchillo.



Hostigando siempre a los patriotas, burlando sus defensas, tomando todos los víveres y recibiendo constante apoyo del pueblo, Benavides no se rendía pese a las derrotas sufridas. Freire consideró que debía cerrar el paso por mar para que no se recibieran refuerzos desde el sur y despachó la goleta Moctezuma a foguear Arauco. Pero no fue suficiente y Benavides recibió refuerzos, municiones, armas y un cañón desde Valdivia a principios de Noviembre. Es aquí cuando comienza la vida de pirata de Benavides tomando la fragata inglesa Dolores que estaba en Arauco. I cómo hubiese barado en tierra una lancha, le ocurrió a Benavides apoderarse por sorpresa embarcado por su órden el teniente coronel don Antonio Carrero con doce hombres i protegido por la oscuridad de la noche, abordó silenciosamente al referido buque, e hizo prisionera su tripulación de cuya suerte participó un capitán de ingenieros, cuñado del director, O’Higgins Era este don Agustín Borne. También estaba sobre el barco don Francisco Campos con su hijo de ocho años, todos muertos por el sable de Benavides.

Con fecha 27 de Agosto de 1819 Benavides daba la instrucción de no dejar prisioneros. Soldado caído en batalla era muerto allí mismo. Y el ejército de Chile recibía la misma orden. Se declaraba la guerra a muerte.

Siempre devoto de la Virgen del Carmen, Benavides se granjeó las simpatías de los curas del sur, quienes lo apoyaron abiertamente convenciendo a las poblaciones desde el púlpito e incluso en las armas sirviendo como soldados aguerridos en el campo de batalla. Daban la bendición antes de cada batalla y confesaban a los prisioneros antes de degollarlos, además servían de secretarios para escribir proclamas, misioneros entre los indios y también asesinos. Freire confesaba haber matado ya a 300 montoneros más los soldados en batalla, pero a las mujeres, niños y ancianos dejaban libres. Las hordas de Benavides quemaban y saqueaban pueblos enteros sin perdonar siquiera los recién nacidos. A las mujeres las raptaban y repartían sin miramientos entre los soldados y los indios y los campos eran arrasados por el fuego. Pero eran bendecidos por los sacerdotes que justificaban como derecho divino la restauración del Rey.

Como sabemos no actuaba solo y su lugarteniente más destacado fue, sin lugar a dudas, Juan Manuel Picó, un español venido del norte, genio militar y que le consiguió las mejores victorias a su causa. Fue suya la victoria en Pangal, cuando seguido por los Dragones de O'Carrol, gira en redondo y lo enfrenta si más, divide en dos su propia columna encerrando a los patriotas en un cerco de muerte diciéndoles que cargarían a sable y lanza imponiendo pena de muerte a quien disparase un tiro. O'Carrol ordenó descargar fuego de fusil y cañón sobre el enemigo que se paralizó por momentos quedando ambos bandos tan cerca que podían tocarse las armas. O'Carrol olvidó dar nuevamente la orden de cargar que sus dragones esperaban, así que sacaron el sable dispuestos a la lucha pero los bandidos no se movían. 

El enemigo, dice uno de los soldados del cuerpo de O'Carrol, dió la voz: "Enristren lanza i carguen, hijos de p..." mas como a nuestro comandante se le olvidó dar la voz de carguen, sucedió qe una i otra línea estaríamos más de cinco minutos mirándonos la cara. Ellos con lanza enristrada que nos formaban un tejido de ellas por encima de las orejas de sus caballos i nosotros sable en mano.

Fue una verdadera matanza en Pangal. 300 cadáveres entre dragones, artilleros, infantes y milicianos quedaron en el campo. Allí quedó el joven Carlos María O'Carrol, a dos años de haber llegado a Chile. Cuando se dio cuenta de la situación, mostró todo su valor defendiendo a sus dragones con el ejemplo, pero sintió su brazo detenido por un lazo, arma que no conocía y le fue imposible seguir. Sus mismos dragones hicieron lo propio muriendo en su defensa. Llevado ante Pico, recibió la orden de prepararse a morir. Cuatro tiros de carabina terminaron con él. Pico celebró su victoria fusilando en el lugar a lso 23 sobrevivientes.

El comandante Cruz logró reunir a sus cazadores huidos y envío a uno con un aviso a Alcázar de la derrota en Pangal pero fue interceptado por Benavides, que había sido recibido en el campo con salvas de los cañones capturados, y falsificando la firma de Freire, dio a Alcázar la instrucción más conveniente para ellos. Debería abandonar Los Ángeles a través del Laja por el vado de Tarpellanca para ser socorrido desde Concepción.

Alcázar no cuestiona instrucción y actúa en consecuencia evacuando la ciudad ya de por si, empobrecida y en ruinas. Trescientas familias enteras que quisieron marchar con él defendidos por un puñado de soldados con la esperanza de conservar la vida; comenzaba el penoso éxodo cuando llega Benavides con Pico a atacarlos sin miramientos.

El mariscal logra contener el fuego durante 13 horas continuas. Peleaban los soldados con fiereza mientras las mujeres les mordían los cartuchos para que cargaran más rápido. Ya no se luchaba por la patria sino por la familia, por los hijos y mujeres de cada cual, por la vida misma.  Un pueblo entero encerrado en una pequeña isla al medio del vado encerrado por hordas de salvajes, soldados y montoneros dispuestos a todo. Pero, cuando ya se ve en crítica situación, sin municiones, sin comida, con niños, ancianos y enfermos a su cargo y un contingente apenas alimentado, decide morir en la lucha. Su junta de guerra lo convence de capitular en beneficio de los civiles y firma un pacto con Benavides donde se le dará pase libre hacia Santiago, la oficialidad prisionera y se respetará la población. Una vez firmado, saca Benavides lo peor de sí. No contento con no respetar lo pactado; los niños, enfermos, esposas e hijas de los rendidos fueron blanco de las lanzas de los indios y de su lascivia. Las carretas de los enfermos fueron el pasatiempo de los desalmados que jugaban a ensartan por las puertas a quienes estuvieran adentro. Se repartieron a las mujeres entre la soldadesca y los indios, y la ciudad fue saqueada y quemada. Durante ese mismo día, a todos aquellos que presumía comprometidos con la patria, los hizo desaparecer.




Mientras tanto, se llevaban Alcázar y a los soldados a San Cristóbal. Exigió Benavides se pasaran a su bando pero como ninguno quiso, los mató a sable y lanza para que tuvieran una muerte lenta. El Capitán Aros, al conocer la intención de sus verdugos, sacó su cortaplumas y desgarrando sus galones y su gorra, los arrojó al rostro y se cortó el cuello. Murió diciendo que prefería esa muerte honrosa a que lo mataran unos traidores.

Mientras Alcázar y el gobernador Ruiz eran separados de la tropa, numerosos indios los rodeaban, a la voz del lenguaraz Sánchez, corrieron a toda velocidad sobre los dos hombres y los ensartaron con mil lanzas a la vez descuartizándolos y peleando por la tenencia de sus miembros. Sacaron el corazón de Alcázar aun vivo y lo llevaron a las reducciones indias para ser exhibido como trofeo de guerra y sus aliados empaparan las flechas con su sangre. Tenía el mariscal, 68 años; era el 28 de Septiembre de 1820.



Mariscal de Campo Pedro Andrés del Alcázar y Rodríguez de Zapata y Sanhueza


Continuará...




Fuentes:

- La guerra a muerte. Benjamín Vicuña Mackenna
- Estudio sobre Vicente Benavides. Diego Barros Arana
- Historia General de Chile. Diego Barros Arana
- Relaciones históricas. Benjamín Vicuña Mackenna
- Historia de la Revolución de Chile. Mariana Torrente
- Historia Física y Política de Chile. Claudio Gay
- Extracto de un diario de viaje a Chile, Perú y México. Basilio Hall
- Revista de la Guerra de la Independencia de Chile. José Ballesteros

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