Vicente Benavides: asolando la Frontera (Parte II)

Excmo, señor:

Son tantos i tan grandes los deseos con que me hallo de esterminar a los rebeldes i obstinados insurjentes que profanan este hermoso reino, que no cesa mi corazón un momento de tentar cuantos medios considero aparentes a su destrucción





Luego de las importantes victorias en Yumbel, Pangal y Tarpellanca, Benavides toma Concepción, a la sazón ya evacuada por Freire y es dueño de la provincia, salvo el puerto de Talcahuano, donde están encerradas las pocas tropas de Freire y los vecinos que pudieron seguirlo. Sin alimentos, armas ni vestuario, no representan ningún obstáculo para el montonero. No tenían soldados suficientes para rodear la defensa de Talcahuano, menos aún para atacarlo. Freire encerrado en el puerto, Prieto inmovilizado en Chillán y nadie para detenerlo.

Una vez en Concepción, se dedicó a hacer lo que más le gustaba. Humillar a los ciudadanos, exigirles pago y mentirles con buenas intensiones que ya nadie creía. Y a quienes osaban negar lo que pedía, los mataba. 

Deleitándose en la crueldad, emitió una serie de comunicados en que invitaba a los partidarios del bando contrario a mostrarse en público sin temor, que él respetaría su condición e incluso, ofrecía pasaporte y escolta a quienes quisieran tomar las armas de la patria. Por su puesto, con la benignidad propia de su carácter, según sus mismas palabras. Al mismo tiempo, escribía al guerrillero Hermosilla instalado en la Montaña, que no tuviera piedad alguna con los insurgentes porque sería premiado por el Virrey de acuerdo a la severidad con que actuara en este tema y de paso que aumentara la vigilancia sobre las gentes del campo para que no prestaran auxilio alguno a las tropas chilenas.

Testigos afirman que, si bien actuaba bajo la bandera española, se hizo una bandera propia y sólo usaba el estandarte real cuando le convenía. Por este tiempo fue que le escribió al Virrey en Lima ofreciéndole la devolución del reino de Chile por su propia mano o de lo contrario, su garganta quedaba a disposición. 

Para su diversión, se instaló en una casona en Concepción y, buscando aumentar su reputación de cruel y gastar el tiempo, mataba cada día a algún paisano por sospecha de ser insurgente o de estar en comunicación con ellos. Según relatos de Gregorio García Ferrer, pariente de su esposa y que viaja en sus huestes, aburrido de eliminar a los prisioneros con las armas, los desnudaba, envolvía en pieles frescas y los dejaba secar al sol hasta que morían. 

Hacía tiempo que Benavides acuñaba sus propias monedas para pagar a las tropas y guardar para sí. Para ello siempre confiscaba toda la plata que se conseguía con saqueos y mantenía en sus filas a un platero de Concepción, de nombre Leandro Muñoz, trabajando exclusivamente para el caso.




Junto con la plata, recogía todo lo que podía en víveres y lo que no podían cargar o consumir, era quemado. Los campos de la provincia estaban desolados, no había gente para cultivarlos ya que ordenaba que todos los hombres mayores de 12 años y menores de 60 participaran en sus filas, bajo pena de muerte si se negaban.

De Concepción, no dejó ni los fierros de las ventanas. Las chapas de las puertas, los cerrojos, las llaves, todo se transformó en municiones, y quien se negara a alguno de sus deseos o de su tropa, quedaba a disposición de su veleidosa crueldad. Más que soldado, creía tener derecho a reinar sobre el sur de Chile y no estaba dispuesto a parar.

Cruel a manos no poder no perdonaba enemigo o indisciplina. En una oportunidad mandó fusilar a tres soldados que hacían guardia en su casa porque se habían comido un costillar que tenía guardado para sí. En otra ocasión, mandó azotar a una mujer y a su hija por haber vendido medio de pan en dinero y no en monedas que él había hecho fabricar y que impuso su uso bajo pena de muerte.

Por este tiempo se puso en contacto con José Miguel Carrera, ofreciéndole entregarle el reino, si éste quisiera venir. No hay constancia de que Carrera contestara a estas invitaciones pero en sus proclamas, Benavides lo da por seguro y advierte a la población que esté presta a recibir al General.

Por otro lado, la situación de Freire era extrema. Uniformes rotos parchados con trozos de alfombras, descalzos, llegaron al punto de comer perros, gatos y ratones. Llenos de piojos, sarna y todos los males que puede acarrear el encierro prolongado en un lugar frío y lluvioso, con las condiciones higiénicas del siglo XVIII y sabiendo, a fuerza de repetirlo, que por más que pidieran ayuda a Santiago, esta no llegaría. Les enviaron por mar charqui y grasa que no alcanzó más que para unas semanas y unos barriles de pólvora que para colmo, estaba rebaja con polvo de ladrillo inutilizando los fusiles.

Sintiéndose poderoso, Benavides envía a Zapata a Chillán para hostilizar a Prieto. Juan Manuel Picó, por otro lado, se quedó con Benavides en Concepción pero al ver que su jefe solo de dedicaba a vanagloriarse en su fama, no pierde el tiempo y decide hostigar al enemigo en Talcahuano. Diariamente se para frente a la puerta del enemigo y, sabiendo de la pobreza de municiones, se burlaban de los soldados riendo a carcajadas casi en la boca misma de los cañones. Pero la fortuna comenzaría a cambiar.




Una mañana, sabiendo Picó que los patriotas salían de Talcahuano a forrajear un poco de pasto para los caballos, los esperó escondidos en la niebla matinal dispuesto a atacarlos por sorpresa. Pero la sorpresa se la llevó él cuando, una vez atacados los chilenos, volvieron grupas, soltaron su carga y comenzaron a defenderse ya hartos de la situación. Derrotado, tuvo Pico que volver grupas rápidamente para no terminar en el campo.




Esta pequeña escaramuza infundió valor a los soldados de Freire y, ya casi en el día 50 de su encierro, convinieron en un consejo de guerra que acabarían el sitio dejando la vida si fuera necesario. Entre morir de hambre y morir por el sable, elegían lo último. Benavides se enfrentaría a hombres decididos que ya no tenían nada más que perder.

No le tomó el peso a este pequeño encuentro y envío a Pico a Santa Juana con 500 hombres y, como dijimos antes, tenía a Zapata enfrentando a Prieto en Chillán. Además, envío a los indios que lo acompañaban de vuelta a sus reducciones por lo que el número de su ejército estaba bastante reducido. Pero no le importó.

El oficial Acosta, quien estaba a cargo de los dragones de O'Carrol, fue designado para dirigir el ataque por el costado sur. Junto con los indios de Quilapí, se formaron en línea de ataque frente al enemigo distante a unas seis cuadras. Eran estos indios los deudos de los que fueron masacrados en Los Angeles, así que estaban más que dispuestos a vengar sangre con sangre.




A la voz de "A la carga" partieron indios, caballería a infantería con tanta fuerza que el enemigo, a primera instancia se mantuvo a pie firme, pero, al ver la ferocidad de los soldados, entró en pánico y huyeron sin orden. La batalla fue ganada en un minuto dejando 150 muertos en el campo y solo 30 prisioneros. Por el lado de la patria, solo un muerto.

"A este tiempo cargó toda nuestra línea con tanta unión que fue por nosotros el triunfo de ese día 25 de Noviembre de 1820. Los indios fueron los primeros que llegaron i destrozaron la mitad que tenían al frente. No se oyó más que un tiro, no sé si fue carabina o pistola. El enemigo se espanta i vuelve cara sin hacer más defensa que correr y enristrar lanza a retaguardia. La distancia de la carga fue hasta el portezuelo de Los Perales, donde ya encontramos su fuerte infantería y paramos nuestra carga..."

Prieto por su parte, logró evitar el ataque a Chillán de Zapata y éste se vio obligado a refugiarse en Cocharcas sin recibir el auxilio de Pico. Benavides está en Concepción sin indios y sin sus mejores hombres.

Freire decide atacar directamente y la mañana del 27 de Noviembre una columna con todas las fuerzas sitiadas en Talcahuano sale con las banderas izadas dispuestos a entregar cara la vida. Los dragones querían vengar la muerte de O'Carrol, los cazadores debían lavar su nombre por la fuga en Pangal, y la infantería, debía rescatar a sus camaradas prisioneros y obligados a seguir a Benavides desde la capitulación en Tarpellanca, el  N°1 de Coquimbo.

A las doce del día entran en Concepción para tomar posiciones sobre el cerro Chepe. Benavides, con el doble de fuerzas, apostó su artillería en el Cerro Gavilán, justo al frente, separados solo por un pajonal. 

Nuestro ejército llevaba, desde el primer jefe hasta el último soldado, la firme resolución de morir todos i no volver mas a sufrir los padecimientos de hambre y cuanta escasez experimentábamos en el sitio de Talcahuano.

Benavides, confundido por la fuerza del ataque, se acobardó sacando sus líneas de ataque y replegándose hacia la Alameda de Concepción. Mientras los infantes de la patria entraban gritando Coquimbo! Coquimbo! llamando a sus camaradas para que volvieran con su batallón logrando una confusión tal que ya nadie sabía hacia quien atacaba. Ya no había brazo para tanto sablear...

En enemigo huye en desbandada hacia donde puede, logrando muchos tomar el río. Otros mueren ya fuera por las armas o por las aguas. El Bío Bío negreaba de godos que se ahogaban. En su apuro por escapar, Benavides olvida a su esposa que tuvo el valor suficiente para salvar la vida por si misma.

En media hora es derrotado sin posibilidad de levantarse nuevamente con igual fuerza. La ciudad es nuevamente chilena. Se les concedió a los soldados dos horas para el saqueo, pero, a las dos de la tarde, no los podían contener y el pillaje y excesos continuaron toda la tarde pese al esfuerzo de la oficialidad por detenerlo.




Conseguida la victoria, vengados los muertos, lavadas las heridas con la sangre del enemigo, Freire renuncia al cargo ya cansado de llevar la situación sobre sus hombros.



Tenga US la bondad de hacer presente al Excmo. Señor Director Supremo la renuncia que sumisamente hago del mando de esta provincia, suplicándole se digne permitirme continuar en el servicio de mi rejimiento, dónde podrá emplearme según pareciese más útil a la República.

No fue aceptada. Freire, al día siguiente, a las 10:00 hrs. fusilaba a 19 prisioneros, entre ellos a una mujer anciana, madre de un agente de Benavides. En su casa hospedaba a los espías del montonero y fue sentenciada a morir.

Benavides se fugó a Arauco. Allí, estableció su cuartel general convencido de que lograría sus propósitos a pesar de las derrotas. Para ganar tiempo una vez más, urde sus mentiras enviando una carta a Freire pidiéndole autorización para negociar un armisticio, aunque también lo amenaza de comenzar una guerra sin fin, junto con sus aliados los indios, en caso de que se negara. Freire acepta y es enviado el cura Ferrebú con las condiciones de negociación.

Pero como Benavides deshace con la izquierda lo hace la derecha, el mismo día que su emisario ponía los papeles sobre el escritorio de Freire, él movilizaba la tropa que le quedaba y los indios enemigos instalándose en Santa Juana dispuesto a continuar la lucha con cerca de 2.000 hombres. Como al pasar, y seguramente riéndose de la credulidad de Freire, cuando cruzó el río, lanzó la respuesta del general al agua. Una vez reunido con Pico, y para demostrar que pese a las derrotas no estaba rendido, ordenó a su lugarteniente, pasara por el fuego todos los pueblos y localidades que se hallaban desde San Pedro a Santa Juana. Ciudades y pueblos como San Pedro, Santa Juana, Nascmiento, Talcamávida, San Carlos de Purén, Santa Bárbara, Yumbel, Tucapel nuevo. Un verdadero cordón de fuego y desolación.




Atacan Chillán pero Prieto estaba de pie dispuesto a defenderla. Y lo logra derrotando a un enemigo poderoso. Pico queda en el territorio intentando recobrar fuerzas pero Benavides, huye  nuevamente a Arauco, esta vez con 200 hombres. Y lo que no logró  hacer por tierra, esta vez, intentará hacerlo por mar.


Ya durante el sitio de Talcahuano, Benavides estaba construyendo un barco en las cercanías de Arauco y cuando lo tuvo listo, en febrero de 1821, lo echó al mar enviándolo a Perú para pedir armas y provisiones. Pero el hombre que envió a cargo de esta misión lo traicionó y una vez en Lima, vende el barco en 6 mil pesos y se queda allá.

Pero el destino no le fallaba a este montonero. Frente a las costas de Arauco está la Isla Santa María, lugar de descanso para los buques balleneros que pasaban por las costas de Chile. Y justo recalaba en su costa la fragata inglesa Perseverance, Benavides la abordó y mató al centinela tomando prisionero al capitán y la tripulación. Para celebrar su bautizo en el mar, se encerró tres días a beber en la cabina principal, luego salió y mató al capitán y a tres marineros, para obligar al resto a obedecer sus órdenes. Encontró también, seis mil pesos, una fortuna para su complicada situación.

Luego de eso, tomó prisionero el bergatin norteamericano Hercelia, muriendo 6 tripulantes en el encuentro. El resto de la tripulación fue entregada como sirvientes a su tropa. 

Capturó también otro bergatín americano, el Hero, con tanta suerte que este buque estaba cargado con víveres y tejidos suficientes para alimentar a sus tropas y las gentes de Arauco e incluso los alrededores. Tanto así, que el populacho llamaba a sus parientes para venir a buscar su parte del botín.

Está el pueblo mui socorrido y con la presa de una fragata y un bergantín que últimamente se ha tomado, que según dicen es americano, se surtió esta plaza para poderse vestir. Vénganse con toda confianza que esto está mui bueno i mui seguro, i en cuanto al enemigo no hai que temer. Está esto de poder vivir con gusto i sosiego, pues en esa pienso no será posible estar tranquilo, tanto por los insurjentes cuanto por los indios, que aquí no hai esa pensión.

Estaban sacando los artículos del Hero, cuando divisaron otra embarcación, este era el Brujo, de origen nacional pero que, al intuir las intensiones de Benavides, partió a la vela rápidamente. Molesto por esta situación decidió matar al capitán del Hero y a su hijo, un niño de apenas siete años de edad.

Le importaba poco los potenciales problemas que podría tener al capturar navíos extranjeros. Se reía cuando le decían que tuviera cuidado con lo que hacía. I qué! Tenemos guerra con el inglés! Pués bien! Tenemos guerra con el americano, pues bien también!

Así que renombró al Hercelia como Arsella y al mando de Mainery, un marino italiano que llevaba unos meses con él, le dio patente de corso para que matara a quien quisiera. Este buque viajó a Chiloé a pedir refuerzos, víveres y municiones para Benavides y volvió trayendo lo solicitado. De esta forma, se iba armando nuevamente.

De las velas de los barcos hizo uniformes para sus tropas, los cueros de lobos marinos fueron convertidos en monturas, riendas y otros pertrechos; las tablas de los buques se convirtieron en carros de municiones y barcos menores; los arpones en lanzas; los clavos en estacas; hasta las láminas de cobre fueron utilizadas porque con ellas fabricó clarines porque, según él, los soldados nunca se sentirían dragones si no escuchaban el clarín dando órdenes.

Juntó a la tripulación de cada una de las naves y los armó de soldados y a quien no quiso obedecer, lo descuartizó a la vista de todos como escarmiento. 

Vicente Benavides se creía destinado por la providencia a un futuro glorioso, a dirigir un gran ejército y ser dueño de un país que estaría regido por nadie más que él y su familia. Tanto así que incluso llegó a nombrar los obispos y curas que debían ser consagrados para la asistencia espiritual de su tropa.




Si antes había fabricado sus propias monedas para tener circulante, ya en este momento empezó a utilizar el papel moneda ideado por él y fue también obligatorio su uso hasta el monto de cincuenta mil pesos. El papel era del tamaño de un cheque y en el centro tenía dibujado con compás un círculo que decía "Vale 1 real por el comandante jeneral de la provincia de Concepción-Benavides". En la orla del círculo decía "Por el rei vale un real. Sirve del 1° de agosto de 1821".

Lo acompañaban siempre su esposa, su madre, su padrastro y un hermano menor. No tuvo hijos legítimos con su mujer, pero sí tubo uno con otra mujer y al que le dio el grado de alférez de infantería en noviembre de 1820. Al parecer tuvo otro hijo natural quien a su vez dejaría descendientes en la zona de Concepción.

Volviendo a la situación, gracias a sus correrías de corso, pronto tuvo lo necesario para armar nuevamente un ejercito considerable. Contaba con dinero, especies, vestimentas y abundante comida. Le faltaban más hombres y armas. Quiso el destino que nuevamente fuera el mar quien lo proveyera. 

Otro bergatin americano, llamado Ocean, fue capturado cuando recalaba en las costas de la isla Santa María para reponer sus reservas de agua. Y cuando revisaron su cargamento, se dieron cuenta que no era otra cosa que armas: fusiles, carabinas, tercerolas, pistolas y sables. Una nueva leva general le sirvió para reclutar más hombres y estuvo listo para presentar batalla.

Cruza el río y se instala a medio camino, entre Chillán y Concepción con su nueva tropa que, indisciplinada pero llenos de armas y bien vestidos, eran un grupo variopinto de personas disfrazadas de soldados. Niños, ancianos, enfermos, soldados veteranos, marineros devenidos en soldados, milicianos e indios, era la masa de gente que acompañaba al bandido.

Prieto se defiende y Benavides recula. Es perseguido y pierde valiosos hombres. Es acorralado y cuando convoca a su consejo de guerra para informarles que prefiere retirarse a otro sector y no presentar batalla, Antonio Pincheira se molesta y se lleva a sus milicianos con él.

Prieto apura a sus soldados e insiste en darle alcance. Apenas lo tuvo en la mira ordenó a la caballería que atacase. Los soldados de Benavides, huyen despavoridos unos a la montaña y otros al río, muriendo ahogados. El primero en entrar al agua era el mismo Benavides, seguido de su asistente que llevaba una carga de barriles de vino y la hermosa mujer de uno de sus capitanes que se había pasado al bando de la patria. 

Apenas unos pocos intentaron hacer resistencia pero fue en vano. Es así como los patriotas ganaron la batalla sin perder un solo hombre. Y a diferencia de Freire, todos aquellos que fueron prisioneros, Prieto les dio el indulto bajando aun más el número de hombre que seguían a Benavides.




Pero en sus propias filas no hay contento y empiezan a sublevarse dejándolo solo y a merced de su inventiva. Durmiendo en los bosques, perseguido y a la vez custodiado por casi 25 hombres que aun le guardaban lealtad. Prieto encargó que se le persiguiera hasta la muerte y una noche, en pleno bosque fueron apresados mientras dormían, algunos de sus lugartenientes. Benavides solo escapó gracias a que su desconfianza natural lo hizo cambiar de lugar para dormir, según él, para evitar la traición.

Ya no era recibido en ningún sitio, amigo o enemigo; ni los indios lo recibían. Marchaba escondiéndose en distintas cuevas hasta llegar a la costa donde quemó las naves que le quedaban guardando solo una pequeña chalupa para viajar a Lima. Durante el camino había salvado la vida providencialmente corriendo al bosque en camisa, cuando unos antiguos camaradas de correrías, llegaron al lugar donde dormía dispuestos a entregar su cabeza por la recompensa puesta sobre él.

En estas condiciones llega a la desembocadura del Lebu junto a su mujer, su secretario Artigas y el pirata italiano Mayneri. Intenta su última jugada y envía una carta al Director Supremo Bernardo O'Higgins, negociando su libertad por los nombres de aquellos que le habían quitado el poder de su tropa. Pero como nada es claro con este hombre, al mismo tiempo que escribía esta carta, planificaba llegar a Perú por mar, para solicitar nuevamente y en persona, el apoyo al Virrey para continuar la guerra. Ya estamos en enero 1822.

Parte en una pequeña chalupa con rumbo al norte pero ya los  hombres que lo acompañaban, Artigas y Mayneri, estaban en acuerdo secreto de entregarlo. Lo engañaron en el avance de las aguas y en la cantidad de provisiones para obligarlo a detenerse en las costas de San Fernando para reabastecerse antes de continuar el viaje.

Entregado por sus hombres, es tomado prisionero sin oponer resistencia aunque exigió conversar directamente con el Director Supremo. Fue enviado por tierra hacia Santiago y en el camino le escribe a O'Higgins haciéndole ver que su intensión es siempre conversar con él para lograr la pacificación del sur de Chile y está dispuesto a entregar los nombres de aquellos que siguen combatiendo en nombre del rey. 

...Este es el objeto de mi venida, i no ningún otro, i espero que la justificada integridad de V.E que despreciando su acostumbrada benevolencia mis yerros pasados, i mirando al bien jeneral, se sirva dispensarme un rato de audiencia, asegurándole por lo más sagrado, mi buen proceder y tranquilidad de aquellos territorios...

Luego de más de una semana de viaje, llega a Santiago donde es recibido por el pueblo. Por orden del Ministerio de Guerra, es vestido con el uniforme de coronel español que llevaba en su equipaje con una banda de papel sobre el pecho. Para causar mayor efecto, lo montan en un burro desorejado y le ponen sobre el sombrero de felpa un letrero que decía: "Yo soi el traidor e infame Benavides, desnaturalizado americano". Es paseado desde la Alameda por calle Ahumada hasta la Plaza de Armas, con un batallón de infantería que le abría paso entre la multitud.

Fue enjuiciado rápidamente y, al momento de hacer sus descargos, culpó a otros de cada uno de sus crímenes, incluidos los asesinatos de los marinos ingleses y americanos. Renegando de sus acciones, justificando actos de barbarie como simples confusiones, terminó sus declaraciones renegando del mismo rey que defendiera con tanto ahínco.


...que a pesar de los servicios que el confesante les ha hecho, siempre lo han desatendido y procurado sacrificarlo, i que morirá con el dolor de no haber hecho ver al mundo con sus operaciones la inícua conducta de los españoles en América, pues al fin le pagaron sus servicios i grandes compromisos, sublevándose el resto de ellos que quedaban a sus órdenes.

Como esta última estrategia no le resultara, llegó a ofrecer dinero a cambio del perdón de su vida y pasaporte hasta Lima, pero la sentencia fue la esperada. 


Del modo más público, debiendo ser ahorcado i quedar pendiente su cadáver hasta ponerse el sol, i su cabeza y miembros más principales remitidos a la provincia de Concepción para que el señor intendente los mande colocar en altas picas en los lugares mismos donde ha cometido los mayores delitos i el resto de su cuerpo sea quemado por el verdugo a estramuros de la ciudad.

La mañana del 23 de febrero de 1822 fue arrastrado por una mula que, desde su cola tenía sujeto un cerón, hasta el pie de la horca que estaba montada sobre una plataforma delante del vestíbulo de la cárcel.




En medio del silencioso gentío solo se escuchaban sus imprecaciones, hasta que a última hora, con la soga rodeando su cuello, se sintió su angustia ante la muerte: ¡Madre mía de Mercedes, Madre mía de Mercedes! y la trampilla cedió.

De esta forma terminó la leyenda de Vicente Benavides, el hijo del carcelero de Quirihue, devenido en traidor, montonero y asesino. Pero la guerra a muerte que él comenzó, aun faltaba por terminar.





Fuentes:

- La guerra a muerte. Benjamín Vicuña Mackenna
- Revista Chilena de Historia y Geografía. N°53, 55 y 56
- Estudio sobre Vicente Benavides. Diego Barros Arana
- Historia General de Chile. Diego Barros Arana
- Relaciones históricas. Benjamín Vicuña Mackenna
- Historia de la Revolución de Chile. Mariana Torrente
- Historia Física y Política de Chile. Claudio Gay
- Extracto de un diario de viaje a Chile, Perú y México. Basilio Hall
- Revista de la Guerra de la Independencia de Chile. José Ballesteros

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